EDUCACIÓN Y SENSATEZ

La educación, al menos desde que el gran pedagogo Sócrates intentara alcanzar la sabiduría provocando partos entre sus discípulos y detractores, siempre se ha producido por la interacción entre los seres humanos, por el encuentro del sabio con el ignorante, del instruido con el inculto, del versado con el iletrado, o, en resumen, del maestro con el alumno.

martes, 23 de mayo de 2017

Las competencias en la educación




En los últimos años se ha insistido en el mundo educativo en que lo importante es que los alumnos adquieran competencias. Se describen en las últimas leyes de educación las competencias más importantes que deben adquirir los alumnos, dándoles prioridad sobre el conocimiento o los contenidos. Esta idea surge de varias corrientes, pero de una en especial que ha influido decisivamente en la pedagogía del último siglo: el constructivismo.
El constructivismo filosófico es una visión del mundo que proviene del idealismo. Consiste en afirmar que no podemos conocer la realidad en sí, sino que cada hombre construye su propia realidad con la representación subjetiva que hace de ella. Por tanto, si antes el criterio de verdad dependía de la realidad, ahora depende de la realidad que cada uno haya construido subjetivamente. Se trata de una visión que lleva al relativismo. De ese modo, la escuela debe poner el esfuerzo en enseñar sólo habilidades (competencias), y rechaza los contenidos y el conocimiento para que cada uno lo construya de forma autónoma a partir de su propia realidad. Y, por tanto, cada niño construirá su propia verdad. Se trata de un relativismo. “El colegio ya no puede enseñar certezas”, dice literalmente Richard Gerver. Aunque confunde “certeza” con “verdad”,  esa frase desecha la posibilidad de que podamos discernir aquello que es valioso enseñar, o de que la verdad pueda encontrarse mediante el conocimiento. En palabras de José Mª Barrio: “Con la excusa del delirante constructivismo pedagógico, paradójicamente la escuela se está convirtiendo en un enemigo más del conocimiento” (Educar en un contexto deseducativo).
A su vez, la insistencia en las competencias suele ir ligada a una visión utilitarista del ser humano: el aprendizaje debe ser útil, tanto para el sujeto como para la sociedad. La competencia es equivalente a “habilidad” o “destreza”. De ahí que las humanidades (y en especial la filosofía) queden cada vez más relegadas de los currículos académicos, ya que su valor no es precisamente el de utilidad. Sin embargo, respecto a este punto, explica Carlos Cardona: “Hay que ayudar a comprender que no es lo mismo ser valioso que ser útil. (…) ¿Para qué sirve lo valioso? Para vivir como personas” (Ética del quehacer educativo, ed. Rialp, pp. 33-34). Puesto que el alumno construye su propia verdad a partir de lo que es relevante “para él”, no hay que enseñarle conocimientos, sino que la enseñanza debe basarse en la práctica. Esa es la razón por la que la insistencia en las competencias también suele ir ligada a un pragmatismo. Dice, por ejemplo, Roger Schank, un acérrimo defensor de este modelo, que toda la educación debe ser tan sólo “útil para la vida”, y tiene que estar orientada a lograr lo que denomina las “habilidades del mundo real”. De ahí la insistencia en ese “aprendizaje activo”, que suele reducirse a “que el niño experimente”.
Perseguir que los alumnos adquieran competencias es bueno y deseable. Pero el gran problema de las competencias como fundamento suele ser que, quien las defiende bajo el modelo constructivista, acaba olvidando que las ideas y los conocimientos fundamentan las competencias. De ese modo, uniendo el constructivismo a esa visión utilitarista, se desvirtúa el conocimiento y se reduce la educación a la mera adquisición de habilidades (competencias). Al respecto, explica José Mª Barrio: “Si la educación tan sólo estribara en suministrar destrezas en nada se distinguiría del amaestramiento de un animal irracional” (Sobre la llamada educación posmoderna).
Posiblemente, las únicas aportaciones importantes del constructivismo sean las ideas del “aprendizaje significativo” y del niño como “protagonista de su educación”. La idea del “aprendizaje significativo” señala que el niño aprende a partir de sus conocimientos previos. Es decir, el niño entiende los conocimientos nuevos que se le presentan en base a esos conocimientos previos. Pero, como dice José Mª Barrio: “No hace falta ser constructivista para afirmar algo tan de sentido común, pero es un cierto mérito del constructivismo haberlo señalado” (Crítica filosófica al constructivismo). Sin embargo, que el aprendizaje de un alumno deba ser significativo y que el niño sea protagonista de su educación, no implica que sea el mismo alumno quien deba construir el conocimiento de manera autónoma. No es lo mismo decir que el niño ha de entender y asimilar el aprendizaje, que afirmar que ha de construir ese conocimiento por sí solo, sin la necesidad de que intervenga un maestro mediante la instrucción. Como señala Ausubel, no hay contradicción entre que el aprendizaje sea activo y que sea por recepción. Pues un aprendizaje que no sea por recepción (los llamados “métodos activos”, por ejemplo), también puede contribuir a convertir al niño en un ente pasivo, no en protagonista de su educación. Que el aprendizaje del alumno sea activo, no depende de los métodos ni de las competencias que podamos enseñarle. Creo que más bien depende del marco antropológico del profesor.
Por último, quizá sea conveniente señalar que primera condición para ser competente en algo es conocer ese algo. Porque, por ejemplo, es absurdo adquirir la competencia de la comunicación si la persona no tiene ningún conocimiento que comunicar. O está muy bien insistir en “aprender a aprender”, pero sin olvidar que el objetivo es aprender algo. Creo que la competencia, por sí misma, no basta.

2 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo. La no discriminación entre certeza y verdad ya es de por sí una grosería intelectual que, aliñada con los correspondientes utilitarismos, desemboca en el despropósito en que se han convertido nuestros sistemas educativos. Hay también en el constructivismo, en mi opinión, otra indiscriminación si cabe aun más grosera, al menos en su vertiente educativa: una cosa es el orden cronológico del conocimiento (su adquisición), y otra el orden lógico (su fundamentación).

    Y finalmente ¿quién decide que es lo que es "útil para la vida"? ¿Útil para quién? ¿Para usted? ¿Para mí? ¿Para...? En fin. Enhorabuena por el artículo y un saludo.
    Xavier Massó

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    1. ¡Gracias! Muy interesante la aportación sobre el orden cronológico y el orden lógico.
      Espero que alguien nos escuche. Aunque creo que pocos comprenden estas disertaciones.

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