EDUCACIÓN Y SENSATEZ

La educación, al menos desde que el gran pedagogo Sócrates intentara alcanzar la sabiduría provocando partos entre sus discípulos y detractores, siempre se ha producido por la interacción entre los seres humanos, por el encuentro del sabio con el ignorante, del instruido con el inculto, del versado con el iletrado, o, en resumen, del maestro con el alumno.

lunes, 5 de junio de 2017

Enseñar y educar




Creo que el principal motivo de la crisis que padece la educación es que nos hemos olvidado de vivir como personas. Por otro lado, creo que el principal problema que padece la enseñanza consiste en no tener claros los fines que persigue. Aunque los considero indisociables, separo los términos “educación” y “enseñanza”. Primero porque son dos conceptos diferentes. Pero también porque creo que la mezcla y confusión de los dos conceptos es otro de los problemas que padecen tantos pedagogos y tantos colegios.

Enseñar es instruir. La finalidad de la enseñanza es que los niños aprendan, despierten sus inquietudes, adquieran interés por la cultura, adquieran hábitos de trabajo y descubran el valor del esfuerzo personal para lograr cualquier fin. Educar es “ayudar a crecer”. La finalidad de la educación es lograr que cada persona dé lo mejor de sí mismo, que por sí mismo se mueva hacia el bien, la belleza, la felicidad,… Que la persona crezca en virtud, que posea valores sólidos por sí mismo, que tenga personalidad, que no sea manipulable,…

Enseñar requiere método. Es tan sólo en este punto donde defiendo la importancia de la evidencia científica: creo que es necesario hacer el esfuerzo de contrastar la metodología que se utiliza. No todo vale. Educar, en cambio, requiere mucho más. Y educamos las personas. Creo que, cuanto mayor es la categoría humana del educador, mejor es la educación que recibe el alumno. Pues como decía Aristóteles: Sólo mediante la relación del individuo con otras personas se puede hacer un hombre: si esta relación es cualificada puede llegar a ser un buen hombre”. Porque educamos por impregnación, cuando no pensamos en nuestros principios morales ni pretendemos transmitirlos, sino cuando los vivimos, como ha repetido Gregorio Luri en múltiples ocasiones.

Por ese motivo defiendo que las cualidades esenciales del profesor son dos: debe saber mucho, pues su misión es enseñar, y debe procurar ser persona en todos los sentidos, pues es modelo de aquellos a quienes enseña. Y es que me gustaría romper esa falsa dicotomía que se da en el mundo de la educación: para dedicarse a la enseñanza, no hay que escoger entre “procurar ser una persona buena” y “saber mucho”, sino que ambas son necesarias. Pocas cosas hacen tanto daño en la educación como las buenas intenciones de una persona ignorante, como explicaba Albert Camus.

He querido poner la frase de Carles Capdevila como homenaje a la persona. Pero también porque estoy de acuerdo: el profesor debe querer a sus alumnos, a cada uno. Y debe querer también lo mejor para cada uno de ellos. Porque sólo quien ama educa realmente. Sin embargo, no podemos olvidar que tan sólo quien conoce es capaz de instruir. Y la forma en que educa un profesor es por medio de la enseñanza, por medio de su materia. Como decía Platón, “el hombre instruido lleva en sí mismo sus riquezas”. Y es ahí donde también me gustaría incidir: la cultura y el conocimiento son valores que nos aportan mucha riqueza personal, que nos ayudan a crecer como personas, que también nos educan y nos hacen mejores. Son valores que impregnan al alumno cuando el profesor disfruta con el conocimiento. 

Creo que cuando la pedagogía pretende educar por medio de la instrucción, cuando mezcla ambos conceptos, es cuando se pervierte todo. Porque es cuando la enseñanza pierde su finalidad (instruir) y la educación se reduce al método, pues pretende utilizar la instrucción como herramienta educativa, restándole importancia al valor personal de quien enseña, de la persona que trata con el alumno, del profesor. Cuando se pretende educar por medio del método, como defiende gran parte de la nueva pedagogía, se pervierten los fines tanto de la educación como de la instrucción. Pues, al fin y al cabo, se pretende sustituir el fin por el medio. 

Cuando alguien afirma que la principal misión de un colegio es enseñar, que su objeto es el conocimiento, no está restando valor a la educación. Ni, por tanto, a la belleza, al bien, a la felicidad o a la educación emocional. Tan sólo está mostrando el fin que persigue la enseñanza. Y cuando alguien afirma que la misión de un colegio es formar personas, tampoco se equivoca. Pero no debe olvidar que el medio que posee para lograrlo es la enseñanza, que a su vez posee un fin propio. Y tampoco que la misión de formar personas les corresponde, en primer lugar, a los padres de cada niño.

2 comentarios:

  1. Quiero expresar mi reconocimiento
    y gran alegría al leer este interesante y magnífico artículo donde se expresa de forma clara y razonable los objetivos " verdaderos " de la enseñanza y educación y cómo han de ir relacionados y convivir conjuntamente.
    Mi más cordial enhorabuena.
    ¡ Ojalá todos siguieran esta línea!

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    1. Gracias, MAESTRO. Creo que en el mundo educativo muchas personas y colegios han renunciado a pensar y a hacer autocrítica sobre sus prácticas educativas. No sé si esta es la línea a seguir, tan sólo es lo que me dicta el sentido común. Lo que me preocupa es que tantos vayan dando tumbos, experimentando alegremente sus métodos con criaturas inocentes, pero sin saber exactamente qué hacen y por qué lo hacen.

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