EDUCACIÓN Y SENSATEZ

La educación, al menos desde que el gran pedagogo Sócrates intentara alcanzar la sabiduría provocando partos entre sus discípulos y detractores, siempre se ha producido por la interacción entre los seres humanos, por el encuentro del sabio con el ignorante, del instruido con el inculto, del versado con el iletrado, o, en resumen, del maestro con el alumno.

miércoles, 6 de julio de 2016

Los déficits del trabajo cooperativo



Uno de los métodos que se nos vende como el “no va más” pedagógico es el que se denomina trabajo cooperativo. Debo admitir que me interesa conocer nuevos planteamientos, así que hice un curso intensivo de trabajo cooperativo hace unos años. Luego, intenté ponerlo en práctica en diferentes situaciones. Aunque lo que más me llamó la atención, fue que todas las sesiones del curso fueron en formato “clase magistral”... Lo que explico a continuación es teórico, pero se basa también en la experiencia en el aula. He aquí mis conclusiones:

1. Hay que admitirlo, que no nos vendan la moto: lo que se denomina “trabajo cooperativo” no es más que el clásico “trabajo en equipo”, pero con más matices si cabe. De partida, no es malo. Lo que me preocupa es cuando se quiere convertir ese trabajo cooperativo en el eje de funcionamiento de una clase. Básicamente, porque una clase no es un equipo de fútbol. Un equipo requiere una estrategia conjunta en la que cada uno juega su papel. Como pequeña sociedad, creo que en una clase también es conveniente procurar una cierta unidad: de ahí el papel del tutor. Sin embargo, ¿es necesario el trabajo cooperativo para que los niños “se sientan” o “se consideren” importantes o parte de una clase? La respuesta es no, creo que se le puede preguntar a cualquier profesor curtido en las aulas.

2. Pero, si nos centramos en lo que es propiamente el aprendizaje, considero que no es lo mismo pasarse la pelota siguiendo una estrategia que persigue un fin colectivo (un equipo de fútbol), que aprender tareas que requieren entendimiento personal y práctica individual. Tras el esfuerzo personal por aprender, tras haber asimilado ciertos conceptos o conocimientos, y tras una cierta práctica individual, no es malo juntar a los alumnos en grupos utilizando las estrategias que se prefieran, ya que pueden reforzar lo aprendido. Lo que pongo radicalmente en duda es que los niños aprendan cualquier materia “desde cero” con el mero uso del trabajo cooperativo.

3. Por otro lado, hay actividades y tareas concretas, bien pautadas por el profesor, en las que el trabajo cooperativo puede ser efectivo y, además, romper la rutina. Pero no es posible que sea el eje para aprender una materia. Se suele decir que los niños realizan el “descubrimiento compartido del conocimiento”. Pero eso es poco realista. Pues, por ejemplo, para descubrir algo conjuntamente, en primer lugar es necesario compartir los intereses (y también unos ciertos conocimientos previos): en un equipo de fútbol, todos quieren jugar, pero en una clase de matemáticas, no todos están dispuestos a aprender matemáticas. Y tampoco podemos dar por supuesto que los niños llevan en sí, de forma implícita, las ganas de aprender. Es muy humano: lo que cuesta  esfuerzo no atrae de partida. ¿Qué los niños están más entretenidos y se lo pasan mejor en grupos? Sí. Pero que realmente aprendan, ya es otra historia.

4. Porque es entonces cuando se da la desigualdad (que es lo que pretende paliar el método). En la práctica, los alumnos que no se esfuerzan -no tiene nada que ver con las notas, hablo de los que no se esfuerzan- se aprovechan del trabajo de quienes sí se esfuerzan, provocando más trabajo (y desmotivación) para los que trabajan y quieren aprender. Porque el alumno que quiere hacer las cosas bien, en la práctica acaba supliendo las carencias del que no tiene ningún interés. Éstos últimos, suelen quedarse en el mismo punto en el que empezaron y se convierten en sanguijuelas para los primeros. 

5. Finalmente, no he leído una sola razón referida a la instrucción o al aprendizaje para justificar el trabajo cooperativo. Las razones suelen ser sociológicas, referidas tan sólo a lograr ese pretendido “igualitarismo” que se ha convertido en un dogma educativo: que nadie se sienta discriminado, que se comparta el conocimiento, que nadie quede rezagado, que el alumno se socialice y acepte a los demás, que sea protagonista de su educación, que aprenda los valores democráticos, que todos participen, etcétera. 
Y, lo siento, tampoco hay evidencias de que el método mejore rendimientos o resultados… Pues otra respuesta que suelen dar sus defensores es que, “si el método funciona mal o no da los resultados esperados, probablemente no se ha aplicado correctamente”. Hace poco, por ejemplo, Gregorio Luri citaba en su blog: "La reiterada afirmación de que los niños deben descubrir por sí mismos el conocimiento no está respaldada por estudios científicos; por el contrario, los estudios indican que el aprendizaje requiere instrucción.”. 
Mi conclusión: puntualmente el trabajo cooperativo es un método del que se puede sacar partido, pero dudo mucho que pueda convertirse en el eje de funcionamiento de una clase. El trabajo cooperativo, como todo método y por mucho que se venda como una panacea, no es más que un medio. Hay quien puede sacarle mucho jugo, y quien, por más que lo utilice, no llegará a lograr nada. Básicamente porque en la enseñanza siguen sin existir las “recetas mágicas”, tan sólo existen los buenos y los malos docentes, y luego esa mayoría que, a pesar de todo, sólo intentamos hacer nuestro trabajo lo mejor posible.

4 comentarios:

  1. Me parece todo un argumentario razonado y coherente.Con una conclusión final razonada y entendible para los no relacionados con la educación.

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    1. Gracias a lo que vas comentando, hago lo posible para que los artículos sean más inteligibles para todos.

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  2. La realidad de un aula no cabe en ninguna teoría. Cada grupo de alumnos es un mundo. Tercero A es diferente de Tercero B, etc. Son las condiciones efectivas del grupo de alumnos las que nos orientan sobre la metodología adecuada en cada caso. No al revés. Por eso es importante el profesor.

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    1. Gracias, totalmente de acuerdo. Conocer métodos te aporta recursos. Y es el profesor, en cada situación concreta, quien decide el recurso adecuado (sabiendo que puede equivocarse y aceptando su responsabilidad cuando se equivoca), pues es él quien conoce a la clase. Y, cuanta más experiencia posee, más acertada suele ser la solución. Por eso no entiendo que tantos colegios pretendan "unificar" métodos e intenten "embutir" a alumnos y a profesores en ellos sin contar con la opinión de estos últimos, que son quienes están en la "trinchera".

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