EDUCACIÓN Y SENSATEZ

La educación, al menos desde que el gran pedagogo Sócrates intentara alcanzar la sabiduría provocando partos entre sus discípulos y detractores, siempre se ha producido por la interacción entre los seres humanos, por el encuentro del sabio con el ignorante, del instruido con el inculto, del versado con el iletrado, o, en resumen, del maestro con el alumno.

sábado, 6 de enero de 2018

Amor y pedagogía…




Dicen algunos expertos que si no hay emoción no puede haber aprendizaje. Añaden que, por tantos, sólo se puede aprender lo que se ama. Pero cada vez tengo más claro que ese tipo de afirmaciones son lo que se denominan “medias verdades”. Es decir: pasan por verdaderas porque tienen parte de verdad. Pero no son consistentes. Y, a la larga, provocan más problemas que soluciones. Porque una media verdad siempre ha sido peor que una mentira.

Para el caso que nos ocupa, hallé involuntariamente una cita en El principito que aporta luz sobre este tema: “Sólo se conocen bien las cosas que se domestican - dijo el zorro. - Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!” Los libros más sencillos aportan las ideas más consistentes… 

Volveremos sobre esa interesante cita en breve… Porque, en primer lugar, creo que el engaño o la media verdad está aquí: en considerar que “amar” equivale a “sentir algo emocionalmente”.  Es cierto que para que algo me atraiga, me debe estimular. Pero estimular no es amar. Al igual que enamorarse no es amar… Estimular tampoco es emocionar, pues aquello que atrae o estimula a la inteligencia no pasa necesariamente por el filtro de la emoción. El profesor puede despertar el interés (estimular) pero no puede hacer que un alumno ame algo, y mucho menos si el alumno lo desconoce. El alumno puede sentirse atraído por esa materia, o no… Si le atrae, aún no la ama, sólo le atrae. Y si al alumno no le atrae pero atiende, dedica tiempo y esfuerzo, puede llegar a atraerle, luego a gustarle, y finalmente estará en disposición de amar esa materia. Pero jamás amará si no hay conocimiento. Porque para poder amar, antes debe darse el esfuerzo por conocer, ysólo se conocen bien las cosas que se domestican. Es decir: para conocer algo es necesario hacer el esfuerzo de moverte hacia ello, te atraiga o no. Porque si te atrae pero no te mueves, tampoco conocerás. Y, por tanto, tampoco amarás.

Porque para conocer algo, antes debo “domesticarlo”. Y cuanto más se conoce, más se comprende. Y cuanto más se comprende, más se ama… Es esa motivación intrínseca de la que no se nos habla nunca. Es decir, para amar es necesario haber aprendido y no al revés... Y sólo se conocen bien a las personas, a las cosas o a las materias a las que se dedica tiempo. En otras palabras: es imposible amar lo que se tiene que aprender por el simple motivo de que aún no se conoce. Pero seguimos creando (y creyendo a pies juntillas) eslóganes educativos. Creo que eso ocurre porque los hombres “ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas”… Y pretendemos que nada cueste esfuerzo. Porque creemos que lo que cuesta esfuerzo es malo. Porque lo que cuesta esfuerzo no es “emocionalmente agradable”... Porque aún nos creemos que, si estamos todo el día emocionados, nada costará esfuerzo, o que los continuos “enamoramientos emocionales” lo suplen todo… 

Para conocer algo o a alguien es necesario dedicarle tiempo. El principito le pregunta al zorro qué debe hacer para tener un amigo. Y el zorro le responde: “Debes tener mucha paciencia. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré por el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca…” Quizá el zorro sea un mal profesor, o un mal pedagogo. A lo mejor, aún no se ha adaptado al mundo moderno. Porque el zorro le pide al principito ni más ni menos que un esfuerzo. Porque el zorro sabe que para amar es necesario conocer... El zorro no le motiva, sino que le dice la verdad: ten paciencia, dedica tiempo, haz ese esfuerzo… Y llegará la recompensa: el conocimiento. Sólo entonces estará en disposición de amar “esa materia”. Aunque creo que aprenderá a amar mientras la conoce, cada vez más a fondo, con esfuerzo y tesón… Porque no se ama “desde cero”, ni “amar” es el final de un proceso. Sino que se aprende a amar durante el proceso: mientras se conoce. 

Mi primera conclusión: por supuesto que puede haber aprendizaje sin emoción. Exijamos al profesor que enseñe. Pero dejemos de pedirle que emocione. De hecho, creo que si el profesor ama su materia, el profesor transmitirá esa pasión. Y el alumno se apasionará por la materia sin necesidad de emocionarse, ni de que le emocionen, ni de que le motiven… Mi segunda conclusión: para amar, antes hay que aprender. Pero nunca al revés. Preguntadle al zorro.