EDUCACIÓN Y SENSATEZ

La educación, al menos desde que el gran pedagogo Sócrates intentara alcanzar la sabiduría provocando partos entre sus discípulos y detractores, siempre se ha producido por la interacción entre los seres humanos, por el encuentro del sabio con el ignorante, del instruido con el inculto, del versado con el iletrado, o, en resumen, del maestro con el alumno.

lunes, 16 de octubre de 2017

Sigamos con las emociones...




Hace unos meses, escribí varias entradas dedicadas a una serie de temas que se relacionan a menudo con la “educación emocional”: la motivación, la frustración, la autoestima y la empatía. También he dedicado algunos artículos a la afectividad en general, como el que titulé “Las emociones y la afectividad”.

Porque, antes de volver a entrar en materia sobre lo mismo, no me cansaré de repetirlo: creo que muchos niños y adolescentes padecen un déficit afectivo y eso revierte negativamente en la educación. Tenemos un problema con la afectividad, y creo que todos somos conscientes. Pero me temo que el modo como se enfoca el asunto en el mundo educativo no soluciona nada, sino que está creando más problemas. A los profesores pero sobre todo a los alumnos y a sus padres… Porque está totalmente desenfocado. Porque, por un lado, el déficit afectivo de cualquier alumno es competencia de la familia, y el colegio (el profesor) no puede suplir esa carencia. Como escribí una vez: el colegio se convertirá como máximo en un remedio afectivo temporal o paliativo, poco más... Pero el mundo entero parece empeñado en que el colegio (concretando: el profe de turno) arregle los problemas afectivos de los niños, cuando esos problemas ni siquiera nacen en los colegios... Por otro lado, cada vez estoy más convencido de que en el mundo educativo muchos hablan de “las emociones” como quien habla de fútbol en el bar de la esquina. Es decir, sin tener la más remota idea de lo que están hablando. De esas cosas quería escribir. Porque no entiendo que fotos como ésta circulen por la red, por muy buenas intenciones que tengan:


 ¡Qué sugerente es la foto! ¿Verdad? Pero esa foto es una falacia gráfica: es un eslogan basado en una verdad incompleta, la unión de la ignorancia con las buenas intenciones. Pongamos un ejemplo: sentirme triste es un indicador de que algo no va bien. La tristeza en sí misma no es ningún problema, sino que el problema es aquello que me hace estar triste. Si los padres de un adolescente se están divorciando traumáticamente, ese adolescente estará triste sí o sí. Porque su vida se está derrumbando, y eso es algo que no puede arreglar ni el más empático de los profesores. Y, además, el adolescente tendrá miedo, sentirá ira, sufrirá ansiedad,… La pregunta del millón: ¿Soluciono algo diciéndole que no esté triste? ¿Le animo con una sonrisa a que saque “el monstruo” de la tristeza de su interior? ¿O le digo que se llene de emociones positivas, y me quedo tan ancho? Creo que ya somos mayorcitos para esas tonterías. Y los adolescentes tampoco son tontos… La solución tampoco será “ocupar afectivamente el lugar de sus padres”, en ningún sentido, pues al profesor no le corresponde. Otra cosa diferente es “comprender al alumno”. Y lo de enseñar a nombrar las emociones… Está bien ayudar al alumno a que sepa lo que le pasa y lo pueda identificar, para que descubra que lo que le ocurre es algo muy humano. Pero creo que eso no soluciona nada ni va a la raíz de ningún problema. Y ahí va otra pregunta: ¿tiene el colegio la obligación de arreglar el desastre afectivo que padece el niño cuando la causa de ello no está en el colegio? Sólo diré que el profesor de turno no cobra horas extras como psicólogo… 

Otro ejemplo: sentirse culpable es la respuesta afectiva ante un acto (estímulo) que hemos cometido. Sentirse culpable no es bueno ni malo, aunque está relacionado con nuestros actos, que sí pueden ser buenos o malos. Imaginemos a un adolescente que rompe una farola. Se esconde y, al hacerlo, acusan y castigan a otro compañero que pasaba por allí. El responsable se sentirá culpable. Y sentirse culpable no es bueno ni malo, es la respuesta ante ese acto que el adolescente ha cometido: sabe que es responsable, pero su compañero se ha comido el marrón... Si el adolescente se lo explica compungido al profesor, según el dibujo bienintencionado que he mostrado, ¿será la mejor opción decirle que abandone sus sentimientos de culpa porque son nocivos para él, que la culpa de su malestar los tiene una “emoción negativa” que le impide ser feliz? Por favor… Espero que nadie dude de la respuesta…

Y es que esa foto tan sólo promueve una serie de “buenas intenciones”. Y si unimos a las buenas intenciones una dosis de ignorancia, el resultado es una foto como ésta. Y dañamos a las personas en vez de ayudarlas… Porque lo único que logra es confundirnos a todos. Quien haya “creado” esa foto, creo que no tiene ni idea de lo que habla. Por poner una serie de objeciones a las ideas que transmiten la foto y su eslogan: en primer lugar, no existe la distinción entre “emociones positivas” y “emociones negativas”. Ni tampoco entre “buenas o malas”. Hay  emociones y punto. Pues las emociones son neutras: tan sólo son respuestas ante los estímulos que recibimos. Es decir, son como indicadores: “sentirlas” denota algo. En segundo lugar, las “emociones” sólo son un tipo de afectos. Los sentimientos son otro tipo de afectos. Luego, dentro de la afectividad están las pasiones (hay quien distingue entre las del cuerpo y las del alma), está el deseo, que depende de la afectividad,… Y es que la afectividad (que en el mundo educativo suele reducirse a lo que se denomina “educación emocional”) es algo más complejo que la simple emoción ilustrada en ciertos dibujitos estúpidos que encontramos en la red. En tercer lugar: hay una mezcla y confusión de conceptos. Una cosa es la virtud o el vicio (que dependen esencialmente de la voluntad), otra son los valores. Y otra muy distinta son las emociones. Y a veces se habla de una emoción, pero en realidad estamos hablando de una virtud o de un valor… Y no distinguimos conceptos, y mezclamos las cosas… Por ejemplo: la envidia es un vicio, y como tal tiene connotaciones morales. Puede presentarse como emoción ante un estímulo. En ese caso pierde su connotación moral, que recuperará sólo cuando entre en juego la voluntad (informada por la inteligencia, que tampoco es múltiple…). Y además también podemos calificar a la envidia como un valor: ahí ya entran las connotaciones sobre la actitud personal o sobre la idoneidad de tal valor en la vida social. 

La cuestión de las emociones es más compleja de lo que pretenden vendernos con esos eslóganes reduccionistas. Porque la afectividad del ser humano es una dimensión amplísima, y no está bien reducirla constantemente a la mera “emoción”. Y creo que deberíamos dejar de confundir la escuela con la consulta del psicólogo. Porque los profesores no son psicólogos ni especialistas en desastres afectivos. Aunque muchos profesores sepan más del tema que ciertos especialistas en la materia. Es la ventaja que tiene la interacción diaria con los adolescentes. La interacción del profesor con la realidad.