Hace
un tiempo, encontré este comentario de un maestro en una red social: “Los dispositivos son una parte importante
del entorno actual. Cuanto antes aprendan tus hijos a utilizarlos bien y con
responsabilidad, a saber solucionar problemas con ellos o en ellos, y a
entender cómo y por qué funcionan y qué usos les pueden dar, mejor preparados
estarán. Serán menos ignorantes”.
Aunque comparto
el fondo del mensaje, creo que hay dos cuestiones importantes que requieren matices.
Porque el lenguaje y la asociación de palabras llevan a aceptar afirmaciones
que, aunque estén escritas con buenas intenciones, son falaces. Pues el
lenguaje nos puede traicionar.
En primer
lugar: la afirmación “cuanto antes aprendan…” está rodeada de una evidencia (“son
una parte importante del entorno actual”) y de dos palabras positivas (“bien” y
“responsabilidad”). Y nos pasa desapercibida. Así que nuestra tendencia es
aceptar acríticamente que lo mejor es que los niños usen cuanto antes dispositivos electrónicos. Sin embargo, no hay relación lógica entre esas
palabras. Pongamos un ejemplo: también los vehículos con motor son una parte
importante de nuestro entorno urbano actual. Sin duda, todos deseamos que
nuestros hijos aprendan a usarlos bien y con responsabilidad. Pero hasta los 18
años no parece conveniente sacar el carnet de conducir y circular solo en
coche: es un tema de madurez y responsabilidad personal en el uso del cacharro.
Aunque podamos discutir si es conveniente permitir que conduzcan a los 16, creo
que a los 10 o 12 años, ningún padre con dos dedos de frente consideraría que
su hijo tiene la suficiente madurez como para circular en coche por la calle.
Si lo cree conveniente, puede sentarse con él para hacer “prácticas” de
conducir a la edad que quiera, lejos de la vía pública, para enseñarle a usarlo
o a hacer “un buen uso” del coche. En cambio, creo que es diferente enseñar a
los niños a circular. O enseñarles “cómo y por qué funcionan” los coches, algo
que se puede lograr sin ponerlos al volante. Por ejemplo, charlando mientras se
pasea, montando un motor, o circulando con un vehículo adecuado a su madurez: primero
un triciclo, luego una bicicleta, más adelante una 49,... Y así hasta llegar al
coche cuando tenga esa madurez. Que algo
sea “parte importante del entorno actual”, no significa que necesariamente sea
mejor que los niños lo usen “cuanto antes”. Me pueden decir que los coches
con motor no son lo mismo que los dispositivos. Es cierto: sólo he intentado
mostrar que el argumento del “cuanto antes” a causa de la importancia del
“entorno actual” es falaz. Cuestión de lenguaje.
En segundo
lugar, la ignorancia se define como “falta
de conocimiento”. Por tanto, teniendo
en cuenta que la ignorancia se refiere
al conocimiento de las cosas y no al uso de las mismas, dudo mucho que utilizar
dispositivos electrónicos cuanto antes convierta a los niños en más o menos
ignorantes. Conocer el uso de algo, no equivale a usarlo. Ni siquiera a usarlo
correctamente. O afirmar que los niños estarán mejor preparados por el simple
hecho de usarlos cuanto antes, nunca me ha parecido un gran argumento. Resulta relativamente
sencillo usar un móvil, un ipad o un ordenador: lo difícil es dominar la
electrónica o programar. A lo largo del capítulo 8 del libro Educar
en la realidad, Catherine L’Ecuyer trata a fondo este aspecto, y
concluye:
“¿Van nuestros hijos a perder el tren
tecnológico si no dedican años de su infancia y escolarización a usar las NT [Nuevas
tecnologías]? Al ritmo actual de la
obsolescencia tecnológica, lo más probable es que suceda más bien lo contrario.
Habrán desperdiciado años clave e irrepetibles de su educación en aprender a
usar unas tecnologías que, seguramente, serán obsoletas en el momento de
introducirse al mundo laboral”.
De todos
modos, puesto que la educación es un papel que les corresponde a los padres en
primerísimo lugar, que los padres decidan con cada uno de sus hijos al respecto.
Pero antes de tomar una decisión como, por ejemplo, comprar un móvil, quizá sea
importante formarse e informarse bien para adquirir criterio. Por eso defiendo
que, lo primero que debería preocupar a cualquier colegio, es ayudar a los
padres en su formación, y procurar facilitarles información relevante (y no
sesgada o interesada) sobre estos temas, para que los padres tomen las decisiones
que crean convenientes. Porque no creo que educar en el uso responsable de las
nuevas tecnologías sea competencia de ningún colegio. Además, lo que hoy en día
se denomina “competencia digital” sigue sin ser una necesidad antropológica. Por
mucho que las nuevas tecnologías formen parte de “nuestro entorno actual”, no hay
evidencias de que se haya producido ninguna evolución del homo sapiens a i-persons,
como se ha atrevido a afirmar más de un “experto” educativo.
Considero que
los colegios deberían quedarse al margen en este asunto y ocuparse de enseñar
aquello que es valioso, sin la necesidad de imponer el uso obligatorio de
ningún dispositivo a padres, niños..., o profesores. Y todo ello teniendo en cuenta que la
tecnología puede resultar muy útil para ilustrar conocimientos, o que no es
malo usarla con criterio para la enseñanza.
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