Crecen
los trastornos de niños y adolescentes en la escuela. No pondré en duda la
existencia de tal o cual trastorno. Pero creo que es necesario empezar a
separar el trigo de la paja… O quizá de plantearse si tanto diagnóstico no se
deberá a problemas más profundos. Porque entre muchos adolescentes
diagnosticados de diferentes trastornos, he encontrado panoramas como los que
describiré en adelante. Y, padezcan o no algún trastorno, quizá su verdadero
problema sea otro, uno de esos a los que llamo “los verdaderos problemas de la
educación”. En todo caso, son situaciones en las que da igual cuántos
diagnósticos hagamos o cuántas pastillas tomen los niños. Porque son problemas
que no se solucionan de ese modo...
Allá
va la descripción de situaciones:
1)
Creo que muchos trastornos esconden un gran mal que se ha dado en la educación
durante mucho tiempo por medio de los métodos conductistas. Es un problema que
se perpetúa hoy en día de muchos otros modos. Por ejemplo, en tantos niños que
viven pegados a la pantalla desde su más tierna infancia. Es decir: creo que el problema de muchos niños y
adolescentes es la sobre estimulación que padecen, muchos de ellos desde
la más tierna infancia. Puesto que se han acostumbrado a recibir estímulos
para hacer las cosas, necesitan motivaciones externas, estímulos cada vez más
potentes, más seguidos, más llamativos... Y muchos de ellos se impacientan, se
estresan, o exigen que se les sorprenda para aprender. Y si no reciben esos
estímulos, muchos alumnos se acaban aburriendo hasta que pierden todo interés
generalmente en la adolescencia... Creo que muchos déficits de atención en los
adolescentes, especialmente TDAH, están directamente provocados por la sobre
estimulación.
2) Muchos
niños viven de manera cotidiana en situaciones de sufrimiento. Son niños y adolescentes con heridas profundas,
con la afectividad dañada. Los motivos del daño afectivo que padecen
suelen encontrarse en la familia, con problemas y situaciones traumáticas que
revierten inevitablemente en el comportamiento de niños y adolescentes en el
colegio. Y muchos buscan en los adultos que les atienden en el colegio la
seguridad que les falta en el hogar. Puesto que a muchos les cuesta controlar
sus afectos, hacen cualquier cosa para llamar la atención y para que se les haga
caso. Muchos de estos niños y adolescentes muestran mucha ansiedad y tensión en
las relaciones. Y a veces incluso violencia.
3) Hay otro tipo de criaturas a quienes jamás
se les ha impuesto límites. Es decir, sus padres han renunciado
sistemáticamente a educarlos y esperan que sea el colegio quien se ocupe de ello.
A veces, muchos padres dan a sus hijos de todo sin exigir esfuerzo. Lo hacen
con toda la buena fe de la que pueden hacer acopio, para que sus hijos “no
sufran lo que sufrimos nosotros”. Son alumnos que están tan acostumbrados a
hacer “lo que les peta”, “lo que les sale”, o “lo que les da la gana”, que no
tienen capacidad de controlarse. En el colegio, muchos profesores acaban “tirando
la toalla” con los casos más difíciles entre este tipo de alumnos. Y con razón,
ya que nadie les apoya cuando intentan poner límites a estos críos. Muchos acaban
“recibiendo palos” por intentarlo… Creo que muchos diagnósticos de diferentes
trastornos ocultan demasiados casos de “déficit de educación en casa”.
4) Hay
otro tipo de alumnos que viven extremadamente exigidos por los padres: es una
situación que entra dentro de la
denominada “hiperpaternidad”,
algo que tiene mucho que ver con la sobre estimulación... Son padres que
esperan de sus hijos lo que sus hijos no son o no pueden dar. O sí pueden darlo,
pero muchas veces a costa de hipotecar la infancia, los gustos o inclinaciones,
el carácter o la personalidad de los niños. A veces, esos padres intentan que
sus hijos realicen sus sueños vitales frustrados. Muchos de estos alumnos, habituales
entre familias de “clase media-alta”, están tan pendientes de “contentar” a sus
padres, que les cuesta actuar con sencillez o naturalidad. Así que viven eternamente
estresados, pues se pasan el día intentando “gustar o contentar” a todo el
mundo, imagino que por imitación con sus relaciones familiares. Y además
siempre están pendientes de los resultados. Y cuando esos resultados no son lo
satisfactorios que desearían sus padres... A veces el estrés de estos alumnos
alcanza cotas muy elevadas.
5) Hay adolescentes diagnosticados o no con “no-se-sabe-qué-trastorno”,
pero me atrevo a decir que sencillamente muchos son analfabetos.
Nunca han asentado los fundamentos de la lectura, apenas han leído durante su
escolarización, y se muestra en que les cuesta mucho entender lo que leen. Pero
han ido superando cursos sin saber exactamente cómo, quizá porque en primaria
sustituían la lectura por “los proyectos”, pensando que el niño aprendería a
leer por sí mismo al dedicar tiempo a lo que le interesaba, aunque a esa edad
aún no le interesara nada más que el juego... Y un día, casi sin darse cuenta,
esos alumnos se encuentran en un aula de 3º de ESO sin saber cómo han llegado hasta
allí. Y no son capaces de leer un par de líneas sin entrecortarse varias veces.
O no comprenden una sencilla frase que acaban de leer. Y les falta tanto
vocabulario… Resulta que entre “sus intereses” jamás estuvieron la lectura ni
la cultura, y como al niño no hay que imponerle nada... Y como son incapaces de
comprender, parece que les cueste prestar atención. Y los pobres se frustran
con mucha facilidad. Pero me atrevo a señalar que el problema de fondo es que,
a pesar de las apariencias y de la escolarización obligatoria, son auténticos
analfabetos. Este tipo de alumnos son más habituales en la ESO de lo que muchos
piensan.
6) También
hay adolescentes con gran capacidad,
pero que han ido superando cursos sin dar un palo al agua, a costa de un
sistema que facilita el aprobado sin esfuerzo. Son alumnos que no tienen
carencias, pero tampoco muestran interés por los estudios. De hecho, muchos no
muestran interés por casi nada. En la clase “desconectan” sistemáticamente cada
vez que consideran que la materia no va con ellos, y vuelven a “conectar”
cuando les interesa. Pero “absorben” y aprueban… Y como resulta muy difícil captar su atención, parece
que tengan un problema de atención. Por lo que he leído sobre el tema, entre este
tipo de alumnos suele haber muchos superdotados vitalmente desmotivados porque
sus capacidades (que no sus intereses) se han descuidado y jamás han podido
desarrollarlas como es debido: entre otras cosas, por ejemplo, tienen que
adecuarse al nivel de sus compañeros en el aula, adaptarse para sobrevivir...
Curiosamente, este tipo de alumnos son el “prototipo” de alumno que usan tantos
gurús para predicar sus recetas, como si fuesen los únicos alumnos que hay en
un aula.
7)
Finalmente, hay muchos niños y adolescentes que, sin ser exactamente los casos
mencionados, también padecen situaciones que afectan a su atención y aprendizaje
en la escuela. Por ejemplo: niños que conocen los límites pero no tienen rutinas o hábitos en su vida,
como algunos que duermen poquísimo. O niños que no necesariamente padecen de
hiperpadres, pero sí de estres
por tener muchas tareas, ocupaciones o extraescolares. O padecen tal cual de falta de atención de sus progenitores,
muchas veces porque sus padres realmente no pueden atenderles como es debido. O,
entre los más pequeños, hay niños sin la
posibilidad habitual de jugar al aire libre... Y también están los niños muy “nerviosos”, muy “inquietos”, o
muy “primarios”, de esos de “toda la vida”, sin más.
En
conclusión: no me atrevo a opinar sobre la existencia de tal o cual trastorno. Estoy abierto a ser corregido y/o puntualizado.
Pero sí considero que hay muy poca seriedad en los diagnósticos. En todo caso, lo
que me preocupa de verdad es que la existencia y diagnóstico de tantos
trastornos no nos permite ver realidades muy incómodas a las que deberíamos
prestar atención para hallar soluciones. Ni más ni menos que realidades como
las que he descrito. Esos son algunos
de los verdaderos problemas de la educación que los profesores encontramos
diariamente en el aula mientras intentamos enseñar. Esos son algunos de
los problemas vitales de nuestros alumnos. Y, lógicamente, afectan a su
aprendizaje. Muchos profesores ayudan a sus alumnos más de lo que corresponde a
su labor y más de lo que muchos creen. En
todo caso, situemos esos problemas en su ámbito: creo que no le corresponde
arreglarlos al profesor.
Y
puedo asegurar que una pastilla tampoco arreglará ninguno de esos problemas. Ni
un curriculum personalizado. Ni siquiera las ocurrencias del gurú de turno, por
más millones de visualizaciones que tenga en youtube. Porque la educación sigue
siendo una cuestión de personas… Acabemos "citando" a Mafalda:
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