Puede que esté equivocado, pero considero
una verdad que cada ser humano es único e irrepetible, que cada ser humano es
un ser personal, y que cada ser humano es un “yo” que intenta comprenderse a sí
mismo mientras interactúa con diversos “tús”… Sin embargo, de ahí a afirmar que
todos los seres humanos somos especiales, que todos tenemos un “genio genial”
que aguarda a ser despertado o, en pocas palabras, que “todos podemos ser
Einstein”, creo que hay un gran trecho. Porque, en el caso de aceptar estas últimas
afirmaciones como verdaderas, uno se ve obligado a añadir tantos matices para
no crear confusión, que quizá compensa no decir nada...
Veamos: cada uno de nosotros
somos únicos e irrepetibles. Tenemos una historia propia. Y también unas
cualidades personales o unos talentos diversos diferentes a los demás. Cada uno
los suyos. Pero, hablando con propiedad, creo
que eso no nos convierte en genios ni nos hace especiales, tan sólo nos hace diferentes: es un elemento más que nos
hace únicos. Para que nos entendamos: la combinación de mi pelo, ojos, nariz,
orejas y boca no me hace especial. Más bien, mi cara me hace diferente. Quizá me
hace especial para mi madre, para mi chica, para los buenos amigos o para mi
abuela…, creo que para nadie más. Así que no somos especiales, ni por
definición ni por más que nos empeñemos. Tan sólo somos diferentes los unos de
los otros: seres personales, que no es poco.
Sería maravilloso que cada
persona desarrollase sus talentos particulares. Sería igualmente maravilloso
que cada persona pudiera ser excelente en alguna faceta partiendo de esos
talentos “innatos” que posee. Lo acepto como verdadero, al igual que acepto que
todo ser humano puede llegar a ser brillante en alguna disciplina si se lo
propone. Pero eso no significa que “todos podamos ser Einstein”. He aquí mis
objeciones a partir de un ejemplo:
1) Los talentos innatos requieren esfuerzo y conocimiento para
desarrollarse: por más talento que haya y por más innato que sea, si no hay
esfuerzo no hay desarrollo. Y si no hay conocimiento de esa materia, tampoco
hay progreso. Son cosas que ningún “gurú” predica, seguramente porque el
“esfuerzo” o el “conocimiento” no venden tanto como la “emoción positiva” o la
promesa mesiánica de que todos somos especiales… Tuve a un alumno con gran
facilidad para el dibujo. En las clases de 4º de ESO se pasaba el día
dibujando. Lo hacía realmente bien. Un día le regalaron al adolescente un libro
sobre técnicas de dibujo. La conclusión de aquel alumno tras “devorar” el libro
fue que él no sabía dibujar… Básicamente, se dio cuenta de que existía una
técnica y él no la dominaba, tan sólo la intuía: hasta entonces, dibujaba “como
le salía”. Y a medida que empezaba a usar esas técnicas, descubrió que le
costaba un cierto esfuerzo ceñirse a las reglas del dibujo. Pero, a su vez, le
resultaba más sencillo lograr lo que quería dibujar. Porque la inspiración, el talento y la creatividad,
por sí solos, no bastan, por muy maravillosos que sean; creo que afirmar lo
contrario es engañar al personal.
2) Cada vez que veía al chaval
dibujando en clase le prohibía dibujar. Si el chico insistía en dibujar, le
quitaba sus dibujos. Los principales gurús de la educación me dirían: “¡pero
deja que disfrute con lo que le hace feliz!”, o “¡que desarrolle sus talentos
sin imposiciones!” Es la cantinela pedagógica de moda. Sin embargo, cuando
tocaba castellano, matemáticas, biología o inglés, no tocaba dibujo. ¡Ay!, ese
currículum decimonónico que nos esclaviza… Sin embargo, había más alumnos en el
aula… “Fulanito” parecía feliz haciéndose burillas en clase. No se lo permitía.
A “Menganito” le encantaba soltar collejas a los compañeros… Tampoco se lo
permitía. “Fulanito” y “Menganito” no parecían dotados para mucho más que para
aquellas actividades. Llevaban años superando cursos a costa del sistema… Pero
eran alumnos tan reales, tan de carne y hueso, como el genio del dibujo. Se
trataba de ese tipo de alumnos de los que no hablan los gurús, alumnos de los
que todos se olvidan cuando predican ese “cambio de paradigma”... No sé, quizá al
no permitirles aquellas cosas estaba coartando sus “habilidades innatas”. O
quizá no supe descubrir qué otras capacidades ocultas tenían. Quizá tendría que
haber intentado empatizar más con ellos: seguro que ninguno de sus profesores
anteriores lo había intentado desde párvulos… Quizá soy culpable de “matar su
creatividad”, porque es probable que “Fulanito” pudiera estar dotado para crear
esculturas de cera, o “Menganito” para ser el nuevo “Mohamed Alí”… Y yo no supe
verlo… Pero es que a “Zutanito” le chiflaba el fútbol y era un crack del
deporte rey: diríamos que dominaba en él la “inteligencia cinética” según los
principios de la famosa teoría pseudo-científica. Pero tampoco le permitía
jugar al balón en clase, coartando posiblemente su desarrollo hacia una
inclinación natural, eliminando cruelmente la progresión de su talento innato:
quizá soy culpable de haber lastrado las posibilidades de un nuevo Messi… La verdad
es que no era mi intención “meter en un molde” a cada chico, ni mucho menos a
ese que poseía un talento innato para el dibujo. Tampoco creo que “no
permitirles desarrollar sus talentos” en clase a costa de las materias
académicas fuera “meterlos en un molde”. Sencillamente consideraba como algo importante y valioso para cada adolescente el
conocimiento de cada materia y el esfuerzo por aprenderla. Creo que es algo
valioso en sí mismo más allá de los talentos individuales y personalísimos de
cada alumno. Al asimilar cada materia, cada alumno la haría suya,
reafirmando su propia personalidad, su yo personal, al contrastar esos nuevos
conocimientos con sus exiguos conocimientos previos, con su mundo, con el mundo,
ampliando horizontes, descubriendo nuevos mediterráneos... Y si a un alumno le atraía
especialmente alguna de esas materias y ponía de su parte, a lo mejor “Fulanito”
descubría una pasión oculta por la química, se inclinaba hacia la ingeniería de
minas, y dejaba las burillas… O quizá “Menganito” se interesaba por la física, encandilado
al descubrir que sus brazos generaban energía cinética mientras describían parábolas
perfectas para soltar collejas. Y a lo mejor hasta dejaba las collejas… Quizá
“Zutanito” hubiera descubierto en la poesía el mismo arte que le sugería el
balón de fútbol. Quizá no era el nuevo Messi, sino un nuevo Machado, quizá
nunca lo hubiera sabido si se limitaba a desarrollar sus talentos más evidentes… No sé,
podría haber ocurrido. Quizá, si confiáramos un poco más en el conocimiento y
en la cultura descubriéramos que también pueden despertar pasiones en aquellos
alumnos que parecen no tener ningún talento… Al genio del dibujo, en concreto,
le pedía que ilustrara las redacciones. Pero no le eximía de escribirlas ni le
pedía que las hiciera en formato cómic… No sé, quizá las redacciones también
estén obsoletas como actividad académica… En todo caso, llegó su momento y se
puso a estudiar bachillerato artístico. Allí pudo dar rienda suelta a “su cualidad
innata”. Pero juraría que también tenía algunas asignaturas comunes y
obligatorias...
3) Y es que, si valoras la cultura, el conocimiento y el esfuerzo personal, tener un
talento que te hace “especial” no implica ningunear esa cultura o ese
conocimiento a favor de ese “talento-personal-de-cada-uno”. Ni siquiera implica
ningunear al alumno que tiene ese talento especial, aunque sir Ken sugiera lo
contrario. Del mismo modo, o en otras palabras: desarrollar los talentos propios no implica abandonar el resto de
tareas o conocimientos, pues son valiosos en sí mismos, pueden abrir horizontes
o incluso lograr un mayor desarrollo de esos “talentos innatos” que cada uno
posee. Ya expliqué en una entrada anterior que en épocas pretéritas muchos
desarrollábamos nuestras aficiones (esos talentos personalísimos…) en nuestro
tiempo libre, no en la escuela… Lo diré de nuevo: quizá lo que falla no es la
escuela… O quizá sí, y por eso andamos todos traumatizados, grises e infelices
por no haber hecho en el colegio lo que nos apasionaba, por culpa de una
educación reglada, estandarizada y obsoleta, basada en la configuración de las
industrias del siglo XIX,… En fin.
4) Porque, ya para acabar, es
imposible que todos podamos ser Einstein por un simple motivo: Einstein sólo
hay uno…, al menos si nos limitamos a la lógica y eliminamos la metáfora. En la
época de Einstein había muchos físicos eminentes, pero me atrevo a decir sin
temor a equivocarme que tan sólo había un Einstein. Al menos fue sólo uno quien
formuló la teoría de la relatividad. Asimismo, muchos debieron ser los físicos
eminentes que ha dado la ciencia desde Copérnico y Galileo, pasando especialmente
por Newton, hasta llegar a Einstein, Plank o Heisenberg. Sin duda, hallaremos muchos
nombres importantes o ilustres, mentes privilegiadas. Pero genios, lo que nos
venden como “genios” en los libros de “autoayuda educativa” (en pocas palabras,
“Einsteins”), parece que no hay muchos. Es curioso: todos esos hombres
importantes, así como los genios reconocidos, parecen tener en común un vasto
conocimiento de sus materias y muchas horas de estudio y dedicación... Me
atrevería a decir que la gran mayoría estudiaron en un sistema de esos que matan
la creatividad… En todo caso: todos
tenemos unos talentos diversos, pero no todos somos o seremos genios. Podemos
ser excelentes en aquellas cosas para las que estamos más dotados, siempre y
cuando pongamos el esfuerzo necesario en desarrollarlo y nos esforcemos por
adquirir los conocimientos pertinentes, porque el conocimiento no se recibe por
“ciencia infusa”. Sin embargo, no seremos genios por más talento innato,
inspiración, o “cualidades especiales” que poseamos... Lo siento, alguien
tenía que decirlo. Porque si todos fuéramos genios, aunque sólo fuese
potencialmente, la palabra “genio” perdería su sentido. O, en otras palabras,
si todos fuéramos especiales, ¿qué tendría de especial ser especial?
El chico que he puesto como
ejemplo no pasó la prueba para estudiar Bellas Artes. Me supo mal: a mi
entender, era un chico increíblemente dotado para el dibujo. Pero fue rechazado.
En vez de hundirse y empecinarse en ser un nuevo “Picasso” (“Picasso”=“Einstein”
en versión “artista”), decidió estudiar otra carrera, pues en el bachillerato
artístico no se había limitado a dibujar y descubrió que había más materias que
le llamaban la atención y despertaban su interés. Pero sigue disfrutando y
haciendo disfrutar a otros de su talento innato en su tiempo libre... Y no dudo
que algún día “su talento” le dará de comer. Porque, aunque fuera una verdad
demostrable que “todos podemos ser Einstein”, parece que nuestro protagonista
tuvo la osadía de optar por ser él mismo. Qué lástima de talento malgastado…
Porque, seamos sinceros, ¿no sería maravilloso que todos fuéramos Einstein?
El heroísmo o el genio consiste en usar tus talentos de modo heroico o genial, aún sin brillo. No todos podemos ser Einstein, pero todos podemos ser urracas y buscar lo que reluce, aunque valga bien poco. Es otro camino a la mediocridad.
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