EDUCACIÓN Y SENSATEZ

La educación, al menos desde que el gran pedagogo Sócrates intentara alcanzar la sabiduría provocando partos entre sus discípulos y detractores, siempre se ha producido por la interacción entre los seres humanos, por el encuentro del sabio con el ignorante, del instruido con el inculto, del versado con el iletrado, o, en resumen, del maestro con el alumno.

martes, 4 de octubre de 2016

El colegio y la felicidad



Leibniz afirmaba que “la felicidad es a las personas lo que la perfección es a las cosas”. Ya en nuestro siglo, Ricardo Yepes explica que “la felicidad consiste en la posesión de un conjunto de bienes que significan para el hombre perfección y plenitud”. Sin duda, una vida feliz debe ser una vida plena. Sin embargo, tenemos un problema, pues no hay manera de encontrar una definición concreta de felicidad. Así que recurro a Aristóteles, que en su Ética a Nicómaco ya se preguntaba sobre la felicidad: “Casi todos dicen de la felicidad que es el máximo bien que se puede lograr, pero nadie sabe exactamente en qué consiste ese máximo bien”.

Y es que el problema de considerar la felicidad como finalidad de la educación, conlleva una gran dificultad: ¿en qué consiste esa perfección o plenitud del ser humano? Si preguntáramos a los gurús de las nuevas pedagogías en qué consiste la felicidad que predican para los niños en los colegios, responderían cosas como: en “aprender disfrutando”, en “hacer sólo las cosas que nos emocionan”, en “hacer lo que nos gusta”, “que se lleven bien con todos sus profesores y compañeros” o en “remarcar a nuestros alumnos que les queremos mucho”. Y no nos detenemos a pensar que esa consideración de la felicidad equivale tan sólo a “divertirse” o “estar a gusto”, una especie de “paz buenrollista y bienintencionada”, pero poco más. Porque creo que es muy distinto “divertirse” o “estar a gusto” que “ser feliz”. 

Aristóteles continúa con su disertación: “Dado que la felicidad es lo mejor para el hombre, primero deberíamos preguntarnos qué significa ser hombre”. Porque nadie puede pretender enseñar a ser feliz sin tener una visión definida de qué es el ser humano. Si aceptáramos la visión genérica de las nuevas pedagogías, tendríamos que considerar al ser humano (al niño al que enseñamos) como a un pobre animalito al que debemos mostrar cariño, no provocarle ningún displacer, procurar que lo pase bien todo el tiempo posible y evitar cualquier problema, por pequeño que sea, que pudiera traumatizarle. No me convence.

Prosigue Aristóteles con su búsqueda de qué es la felicidad: “Como lo propio y principal del hombre es la razón, la vida conforme a la razón será la más feliz”. Si se quedara en esa sentencia, tendríamos un problema, pues el ser humano es algo más que su racionalidad. Pero no lo hace, tan sólo es un punto de partida, pues a partir de ahí nos habla del sentido que todo ser humano debe buscar en su vida (“escoger un blanco y apuntar hacia él”) y del ejercicio de la virtud, “determinado por la prudencia”. Aunque no la desarrolla, Aristóteles tampoco se olvida de la afectividad, pues más adelante habla también de las relaciones humanas, afirmando por ejemplo que la amistad es necesaria para la felicidad. La conclusión tras la relectura de Aristóteles: eso de la felicidad es algo más complejo que el simple reduccionismo hedonista que nos venden tantos gurús de la educación.

Creo que todo profesor desea la felicidad de sus alumnos, y también que estén contentos en el colegio. Pero creo que la principal misión de un docente no puede ser que sus alumnos sean felices. Como afirma Alberto Royo (Contra la nueva educación), “puesto que el concepto de felicidad es interpretable y su consecución tan compleja, me inclino por invertir mis esfuerzos en la búsqueda de la virtud”. Virtud siempre en vistas a un fin, con un sentido. O poner el esfuerzo en enseñar conocimientos, como también defiende el autor. Antes que la visión de “hombre light” y el fláccido concepto de felicidad de las nuevas pedagogías, me parece más realista y adecuada esta visión, pues creo que la virtud o el conocimiento son medios que nos pueden ayudar a lograr esa “plenitud y perfección del ser humano” a la que todos aspiramos. Es decir, pueden ayudar a nuestros alumnos a que encuentren la felicidad.

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