EDUCACIÓN Y SENSATEZ

La educación, al menos desde que el gran pedagogo Sócrates intentara alcanzar la sabiduría provocando partos entre sus discípulos y detractores, siempre se ha producido por la interacción entre los seres humanos, por el encuentro del sabio con el ignorante, del instruido con el inculto, del versado con el iletrado, o, en resumen, del maestro con el alumno.

martes, 7 de junio de 2016

El problema de los extremos



Viendo este dibujo que he encontrado por internet, ¿quién en su sano juicio no optaría sin pensárselo dos veces por la segunda viñeta? Sin embargo, ahí está uno de los problemas del actual debate educativo, que optaríamos por la segunda SIN PENSAR.

A raíz de este dibujo, intentaré contrastar las ideas pedagógicas que subyacen. Porque, como profesor de secundaria, no me identifico con ninguna de las dos opciones. Creo que uno de los grandes problemas en la educación es que se ha polarizado el debate entre dos posturas extremas: por un lado, los que se denominan a sí mismos innovadores, y por otro, todos los demás, que han recibido de los primeros el nombre genérico de “escuela tradicional”, y han sido tildados, incluso por la opinión pública, de anticuados, retrógrados, elitistas, decimonónicos o inmovilistas. Sin embargo, me atrevo a decir sin temor a equivocarme que la mayoría de profesores no comulgan con ninguno de los dos dibujos ni se consideran partidarios de ningún extremo. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Eso vamos a intentar explicar.

Existe por un lado la enseñanza lúdica de moda que se empezó a imponer por medio de la Logse paulatinamente. Su idea se asienta en los supuestos del constructivismo, corriente que defiende que la realidad no existe, sino que cada uno construye su propia realidad y, por tanto, su verdad. Para ello, será necesario que el niño construya por sí mismo su conocimiento, sin injerencias externas, y el profesor se convierte así en un mero guía del aprendizaje. A su vez, no hay que enseñar más que competencias, pues el niño ya se dedicará a aprender contenidos por sí mismo: si el ambiente es alegre y agradable, el alumno por sí mismo lo hará todo. Y aquí entran la mayoría de los métodos supuestamente “innovadores” que se están poniendo de moda.

Por otro lado, existe una corriente denominada conductismo, para la que lo importante es la conducta o el comportamiento. Para un conductista, lo esencial es crear hábitos mecánicos de conducta: no importa la interioridad de la persona, su afectividad o su ser único, sino tan sólo que se comporte como debe en cada momento. Para un conductista, sólo es útil la repetición, y ésta debe darse en las etapas que le corresponden a la persona. Se trata de una visión muy pragmática, donde lo único importante es hacer lo que toca en cada momento sin tener en cuenta nada más. Por tanto, los únicos métodos válidos serán los automatismos, basados en la memorización y la repetición. Y el único miembro activo en el aprendizaje será el profesor.

Pero estas dos visiones son dos extremos, y ambos son reduccionistas. Volvamos al principio: el debate educativo está polarizado. Quienes defienden el constructivismo pedagógico, esos que se llaman a sí mismos innovadores pero que no aceptan más innovación que la suya, aplauden cualquier método por extraño que parezca. Lo novedoso, y sólo lo nuevo, es su mandamiento dogmático. Entonces, meten en el saco que denominan “escuela tradicional” a todos los que no comulgan con sus ideas. Y ahí está el problema, pues identifican erróneamente  esa “escuela tradicional” con los supuestos del conductismo, y eso es juzgar con prejuicios o con juicios reduccionistas. De ese modo, se crea un debate pedagógico ficticio, pues lo que los constructivistas denominan “escuela tradicional” no es, ni mucho menos, el conductismo, que también me parece deleznable. Pero ha estado presente demasiado tiempo en las aulas y se ha difundido con métodos como la “estimulación precoz”. No entiendo cómo hemos podido caer tan fácilmente en una visión tan maniquea.

No se trata de hallar un término medio entre estas dos posturas, pues considero que las dos son dañinas. Como digo desde el principio de este blog, creo que lo esencial sigue siendo plantearnos en qué consiste el “ser humano” y deshacernos de tantas teorías (y de sus métodos) que convierten a la persona en un reduccionismo. De ese modo, no perderemos ni un minuto en pensar si pertenecemos al grupo de los innovadores o al de los tradicionales, sino que podremos, sencillamente, hacer lo que nos corresponde: atender, enseñar y educar a los alumnos.

1 comentario:

  1. Ahí es donde yo digo soy persona y cuando voy a clase quiero que me atiendan como tal. QUIERO APRENDER, no me habléis de métodos, enseñarme. Alguien nos ha tenido en cuenta. Creo que pero empiezo a dudar.

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