EDUCACIÓN Y SENSATEZ

La educación, al menos desde que el gran pedagogo Sócrates intentara alcanzar la sabiduría provocando partos entre sus discípulos y detractores, siempre se ha producido por la interacción entre los seres humanos, por el encuentro del sabio con el ignorante, del instruido con el inculto, del versado con el iletrado, o, en resumen, del maestro con el alumno.

jueves, 4 de febrero de 2016

¿Qué es innovar en educación?



Nunca he estado en contra de la innovación. Innovar significa “hacer nuevo” algo, o introducir novedades sobre algo, siempre y cuando la aplicación sea exitosa. Pero creo que, innovar por innovar, es un error.
Por eso no entiendo ese dogma que existe hoy en día en la educación: es obligatorio innovar, y para eso, hay que “superar” un cierto sistema educativo. Leo una y otra vez el “mandamiento” principal de los pedagogos de moda: “Parto desde la idea de que nuestro sistema educativo es anticuado, inflexible, obsoleto, poco motivador e inspirador y sobre todo absolutamente ineficiente”. Entonces, me echo las manos a la cabeza, porque hay algo en el punto de partida que está mal planteado. Porque “hacer nuevo” un sistema educativo, o introducir novedades exitosas (no métodos de probada ineficacia), no se puede hacer sin discernir lo que es valioso o fin propio de ese sistema, que es educar. No se logrará innovar tirándolo todo por la borda y empezando de cero, sino profundizando primero en lo que es irrenunciable. Y, a partir de aquí, mis cuatro consideraciones sobre esa falacia de moda en educación que dice: es necesario innovar porque lo nuevo siempre es mejor.
Lo primero que me llama la atención, ya lo he comentado alguna vez, es que se considere a la escuela como el único o principal ente educativo de la sociedad. ¿Cuántos de los actuales gurús de la educación proponen cambiar la escuela para cambiar la sociedad? Oigo hablar muy poco de la familia, de las actitudes de esta sociedad (ese contexto…), de la categoría (humana y formativa) que debería tener un maestro o profesor… Porque sigo pensando que educamos las personas, no las instituciones, sistemas o métodos educativos.
La segunda apreciación que me sigue preocupando, es esa insistencia en “adaptarnos” a los alumnos. Creo que acercarnos a su realidad no puede implicar asimilarla como buena y verdadera, o simplemente validarla. Si nos acercamos, es para comprenderla. Y sigo leyendo a los gurús: “Adaptar metodologías, recursos, espacios y actividades para los alumnos de hoy”. Vemos el problema: a los niños del siglo XXI les cuesta prestar atención, el esfuerzo prolongado, interesarse por las materias... Entonces, decidimos que ha dejado de ser importante educar en la atención, en el esfuerzo o en el interés por lo que es valioso. Y, cada vez más, los colegios quieren parecerse a las ludotecas. Porque, por ejemplo, parece ser que, si todos los alumnos tienen móvil, tenemos que asimilar esa realidad e introducirlo como elemento educativo. Da igual si es útil, bueno, o innecesario, si les ayuda en su aprendizaje o no. Parece una obligación que  nos tengamos que adaptar a esa realidad sin plantearnos su validez. Me gusta más la respuesta de Daniel Pennac a su alumno: “Te equivocas. El tarro te lo han comido ya. Los profesores intentan devolvértelo” (en Mal de escuela, ed. Mondadori, 2008, p. 192).
Porque, dando paso al tercer aspecto, aunque la sociedad haya cambiado, el ser humano no ha variado ostensiblemente… ¿Por qué releemos a los clásicos? Seguramente porque sus interrogantes son los nuestros. Volvamos al primer punto: no educan los métodos, ni los sistemas, ni los aparatos electrónicos, ni los recursos ilimitados, ni los espacios abiertos,… Todos ellos son medios, y podemos discutir acerca de su validez (más que dudosa en muchos casos). Pero, ¿mejoraremos la educación centrándonos en cambiar los medios? Vamos a ver: si educamos las personas, ¿qué falla realmente en la educación para que tantos digan que está mal?
Y es entonces cuando aparece otro de los remedios “políticamente correctos” de tantos gurús, el cuarto aspecto preocupante: “Una Nueva Educación, que le dé el papel protagonista a las emociones, a los valores, a los sentimientos, y no que éstos se queden como secundarios”. Suena bien, pero en realidad es como poner una tirita para curar una herida profunda. La diferencia entre tener en cuenta esos aspectos y “darles el papel protagonista”, es inmensa. Porque sigo pensando que el colegio sirve para aprender, no para “estar muy a gusto y contento con todos”.
Creo que, para cambiar y mejorar la educación, el primer paso debe ser volver a plantearnos en qué consiste ser humano, con todas sus implicaciones. En un arranque de originalidad (que no de creatividad), todos debemos volver a ese origen para redescubrir qué es irrenunciable, deshaciéndonos de la sofisticación metódica a la que estamos siendo sometidos y redescubriendo la verdadera esencia y finalidad del acto educativo: la persona. De ese modo, estoy convencido de que empezaremos a innovar de verdad.

4 comentarios:

  1. Muy interesante y muy eficaz y verdadero el artículo.
    Coincido prácticamente en todo lo que expones: en que es la persona del alumno, con sus derechos y deberes el elemento mås importante de la educación. Y que innovar por innovar es secundario.
    ¡ Muchas gracias por lo que dices!_
    Vaya mi apoyo maestro de una vida entera y ! Enhorabuena!

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    1. Gracias a ti, maestro y poeta, tu opinión es una opinión de peso.

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  2. Interesante artículo. Todo lo que sirve para reflexionar es importante y para eso es necesario conocer todas las opiniones. Gracias Juan por no esconder la tuya.

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    1. Conocer todas las opiniones, pero procurar fundamentarlas y razonarlas para poder contrastarlas, que es lo que falta en el mundo de la educación. Como sabes, nunca he escondido la mía.

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