Nunca he
estado en contra de la innovación. Innovar significa “hacer nuevo” algo, o
introducir novedades sobre algo, siempre y cuando la aplicación sea exitosa.
Pero creo que, innovar por innovar, es un error.
Por eso no
entiendo ese dogma que existe hoy en día en la educación: es obligatorio
innovar, y para eso, hay que “superar” un cierto sistema educativo. Leo una y
otra vez el “mandamiento” principal de los pedagogos de moda: “Parto desde la idea de que nuestro sistema
educativo es anticuado, inflexible, obsoleto, poco motivador e inspirador y
sobre todo absolutamente ineficiente”. Entonces, me echo las manos a la
cabeza, porque hay algo en el punto de partida que está mal planteado. Porque
“hacer nuevo” un sistema educativo, o introducir novedades exitosas (no métodos
de probada ineficacia), no se puede hacer sin discernir lo que es valioso o fin
propio de ese sistema, que es educar. No se logrará innovar tirándolo todo por
la borda y empezando de cero, sino profundizando primero en lo que es
irrenunciable. Y, a partir de aquí, mis cuatro consideraciones sobre esa
falacia de moda en educación que dice: es necesario innovar porque lo nuevo
siempre es mejor.
Lo primero
que me llama la atención, ya lo he comentado alguna vez, es que se considere a
la escuela como el único o principal ente educativo de la sociedad. ¿Cuántos de
los actuales gurús de la educación proponen cambiar la escuela para cambiar la
sociedad? Oigo hablar muy poco de la familia, de las actitudes de esta sociedad
(ese contexto…), de la categoría (humana y formativa) que debería tener un
maestro o profesor… Porque sigo pensando que educamos las personas, no las
instituciones, sistemas o métodos educativos.
La segunda
apreciación que me sigue preocupando, es esa insistencia en “adaptarnos” a los
alumnos. Creo que acercarnos a su realidad no puede implicar asimilarla como buena
y verdadera, o simplemente validarla. Si nos acercamos, es para comprenderla. Y
sigo leyendo a los gurús: “Adaptar
metodologías, recursos, espacios y actividades para los alumnos de hoy”.
Vemos el problema: a los niños del siglo XXI les cuesta prestar atención, el
esfuerzo prolongado, interesarse por las materias... Entonces, decidimos que ha
dejado de ser importante educar en la atención, en el esfuerzo o en el interés
por lo que es valioso. Y, cada vez más, los colegios quieren parecerse a las
ludotecas. Porque, por ejemplo, parece ser que, si todos los alumnos tienen
móvil, tenemos que asimilar esa realidad e introducirlo como elemento
educativo. Da igual si es útil, bueno, o innecesario, si les ayuda en su aprendizaje
o no. Parece una obligación que nos tengamos
que adaptar a esa realidad sin plantearnos su validez. Me gusta más la respuesta
de Daniel Pennac a su alumno: “Te
equivocas. El tarro te lo han comido ya. Los profesores intentan devolvértelo”
(en Mal
de escuela, ed. Mondadori, 2008,
p. 192).
Porque, dando
paso al tercer aspecto, aunque la sociedad haya cambiado, el ser humano no ha
variado ostensiblemente… ¿Por qué releemos a los clásicos? Seguramente porque
sus interrogantes son los nuestros. Volvamos al primer punto: no educan los
métodos, ni los sistemas, ni los aparatos electrónicos, ni los recursos
ilimitados, ni los espacios abiertos,… Todos ellos son medios, y podemos
discutir acerca de su validez (más que dudosa en muchos casos). Pero,
¿mejoraremos la educación centrándonos en cambiar los medios? Vamos a ver: si
educamos las personas, ¿qué falla realmente en la educación para que tantos
digan que está mal?
Y es entonces
cuando aparece otro de los remedios “políticamente correctos” de tantos gurús,
el cuarto aspecto preocupante: “Una Nueva
Educación, que le dé el papel protagonista a las emociones, a los valores, a
los sentimientos, y no que éstos se queden como secundarios”. Suena bien,
pero en realidad es como poner una tirita para curar una herida profunda. La
diferencia entre tener en cuenta esos aspectos y “darles el papel
protagonista”, es inmensa. Porque sigo pensando que el colegio sirve para
aprender, no para “estar muy a gusto y contento con todos”.
Creo que,
para cambiar y mejorar la educación, el primer paso debe ser volver a
plantearnos en qué consiste ser humano, con todas sus implicaciones. En un
arranque de originalidad (que no de creatividad), todos debemos volver a ese
origen para redescubrir qué es irrenunciable, deshaciéndonos de la sofisticación
metódica a la que estamos siendo sometidos y redescubriendo la verdadera
esencia y finalidad del acto educativo: la persona. De ese modo, estoy
convencido de que empezaremos a innovar de verdad.
Muy interesante y muy eficaz y verdadero el artículo.
ResponderEliminarCoincido prácticamente en todo lo que expones: en que es la persona del alumno, con sus derechos y deberes el elemento mås importante de la educación. Y que innovar por innovar es secundario.
¡ Muchas gracias por lo que dices!_
Vaya mi apoyo maestro de una vida entera y ! Enhorabuena!
Gracias a ti, maestro y poeta, tu opinión es una opinión de peso.
EliminarInteresante artículo. Todo lo que sirve para reflexionar es importante y para eso es necesario conocer todas las opiniones. Gracias Juan por no esconder la tuya.
ResponderEliminarConocer todas las opiniones, pero procurar fundamentarlas y razonarlas para poder contrastarlas, que es lo que falta en el mundo de la educación. Como sabes, nunca he escondido la mía.
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