Escribe Simone Weil: “Aunque hoy en día parezca ignorarse este hecho, la formación de la
facultad de atención es el objetivo verdadero y casi el único interés de los
estudios”. Las palabras de personas sabias, aportan luz. Vamos a desgranarlas.
La educación no puede estar centrada tan
sólo en la memorización, es cierto. De hecho, los buenos profesores a lo largo
de la historia, jamás lo han hecho. Pero, cuando un niño memoriza, está
haciendo algo mucho más elevado que simplemente embutir datos en su cerebro: se
está educando para alcanzar un bien más preciado: la atención. Del mismo modo, dice
Simone Weil que “si se busca con
verdadera atención la solución de un problema de geometría y si, al cabo de una
hora, no se ha avanzado lo más mínimo, sí se ha avanzado sin embargo, durante
cada minuto de esa hora en otra dimensión más misteriosa”. Porque ese
esfuerzo mental por hallar la solución nos educa en la atención, aunque no
encontremos la solución, y es más importante alcanzar esa capacidad y mejorarla
que resolver un problema.
Porque, además, “cuando uno se obliga por la fuerza a fijar la mirada de sus ojos y de
su alma sobre un ejercicio escolar estúpidamente resuelto, siente con evidencia
irresistible la propia mediocridad”. ¿Qué mejor acicate para querer
aprender que descubrir la propia ignorancia o inoperancia? Pero eso no se puede
lograr sin realizar ese esfuerzo. La motivación intrínseca que lleva a desear
aprender pasa necesariamente por el reconocimiento de que no sabemos. Este razonamiento
choca con la pretensión actual de no provocar traumas a los niños o hacer del
conocimiento algo meramente lúdico.
Luego añade: “La inteligencia crece y proporciona sus frutos solamente en la alegría.
La alegría de aprender es tan indispensable para el estudio como la respiración
para el atleta”. Lo contrario de “divertido” es “aburrido”, no “serio”.
Sinónimos de “serio” son, por ejemplo: “reflexivo”, “formal”, “mesurado” o
“importante”. En el mundo de la educación se confunden los términos. Se asocia,
por ejemplo, la palabra alegría tan sólo a algún tipo de emoción o a lo que es
divertido. La satisfacción por hallar la solución a un problema, es un tipo de
alegría que poco tiene que ver con lo divertido, pues muchas veces es fruto del
esfuerzo por fijar esa atención. Si no educamos los hábitos (siempre en vistas
a un fin), el trabajo bien hecho o el esfuerzo, nunca lograremos que los
alumnos aprendan a controlar su atención, y nunca descubrirán esa alegría o
gozo que produce el conocimiento. Pero, aunque cueste esfuerzo, no se trata de
un voluntarismo, como defienden corrientes como el conductismo. Simone Weil lo
explica con claridad meridiana: “La
atención es un esfuerzo; el mayor de los esfuerzos quizá, pero un esfuerzo
negativo. Por sí mismo no implica fatiga. Cuando la fatiga se deja sentir, la
atención ya casi no es posible, a menos que se esté bien adiestrado; es
preferible entonces abandonarse, buscar un descanso y luego, un poco más tarde,
volver a empezar, dejar y retomar la tarea como se inspira y se espira”.
Las nuevas pedagogías que nos invaden,
parecen más interesadas en la dispersión. Eso ocurre porque asocian los
términos “esfuerzo” y “atención” con ese voluntarismo pedagógico (conductismo) que,
ciertamente, ha estado presente en las aulas durante mucho tiempo y ha hecho
mucho daño. Se han ido de un extremo a otro, pero no son capaces de darse
cuenta. Simone Weil vuelve a aclarar los términos: “Para prestar verdadera atención,
hay que saber cómo hacerlo. Muy a menudo se confunde la atención con una
especie de esfuerzo muscular. Si se dice a los alumnos: ‘Ahora vais a prestar
atención’, se les ve fruncir las cejas, retener la respiración, contraer los
músculos. Si pasado un par de minutos se les pregunta a qué están prestando
atención, no serán capaces de responder”.
Y es así como, hoy en día, en un intento
por huir de ese conductismo (que consiste en educar la voluntad sin vistas a un
fin), hemos caído en las redes de otro extremo más dañino si cabe: el
constructivismo. Porque dejamos de educar en lo que es valioso, dejamos de lado
a las personas con pedagogías anti intelectuales que rechazan aspectos básicos
para que el ser humano se desarrolle: “Aquél
que pasa sus años de estudio sin desarrollar la atención, pierde un gran tesoro”.
Por el contrario, concluye Simone Weil: “Felices,
pues, aquellos que pasan su adolescencia y su juventud formando únicamente ese
poder de atención”.
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