Tras leer a Federico García
Lorca, cuya creatividad nadie pone en duda, he vuelto la mirada a la educación.
Resulta que eso de la creatividad es algo más complejo de lo que parece.
Dicen los nuevos gurús de la educación
que la creatividad es una de las competencias más importantes para el futuro de
nuestros alumnos. Para que los niños sean creativos, básicamente proponen que
el niño se exprese con espontaneidad, que no reprima sus emociones, que escoja
desde edades tempranas lo que quiera estudiar sin imposiciones o que no ponga
límites a su imaginación.
Creo que hay una parte de verdad
en todo ello. De lo contrario, tal producto no se vendería tan bien. Sin
embargo, si sólo nos quedamos ahí, tendremos un problema. Eso de la
espontaneidad es peligroso: si todos expresáramos espontáneamente lo que nos
pasa por la cabeza, la convivencia podría ser complicada. Lo de las emociones…
Considerando que la ira, por ejemplo, también es una emoción, quizá sea mejor
enseñarle al niño a canalizarla. Lo de poder escoger está bien, pero el
criterio para decidir lo que a cada uno nos conviene se forma con el tiempo y
el conocimiento adquirido. Y creo que el colegio no es lugar para desarrollar
aficiones (lo que al niño le atrae), aunque también puede serlo, sino para
aprender lo que es valioso. Respecto a la última frase del párrafo anterior,
por ejemplo, escribe Lorca: “La
imaginación está limitada por la realidad: no se puede imaginar lo que no
existe”.
No pretendo entrar en detalles,
sino que intento mostrar que la creatividad no es mera “creación espontánea o
sin intermediarios”. ¿Existe la inspiración? Opino que sí. Sin embargo, Lorca
prosigue: “El estado de inspiración no es
el estado conveniente para escribir un poema. (…) El estado de inspiración es
un estado de recogimiento, pero no de dinamismo creador”. Porque, para
imaginar, antes debo admirarme y contemplar. Luego, pensar (recogimiento) sobre
lo que he contemplado. Eso también lo sabían los románticos del siglo XIX, amantes
de la figura del “genio creador”. Además, la contemplación que prosigue a la
admiración, también es un acto reflexivo.
Contemplo, imagino (es un acto
del pensamiento que se inspira en lo contemplado), y luego creo: “La inspiración da la imagen, pero no el
vestido. Y para vestirla [a la poesía]
hay que observar ecuánimemente y sin apasionamiento la calidad y la sonoridad
de la palabra”, dice Lorca. Viene a expresar que, en ese acto creativo de
gestar un poema, hay trabajo, no espontaneidad ilimitada o emociones
irreprimibles. Pues, lo que expresa el poeta es que, si no domino el lenguaje
(en el caso de la poesía), difícilmente podré crear un poema.
¿Qué podemos aprender, por tanto,
de un genio tan creativo como Federico García Lorca? Básicamente que, para
crear, hay que contemplar, pensar y conocer, por muchos arrebatos de
inspiración (muchas veces espontáneos, lo admito) que uno pueda tener, y
finalmente trabajar (que requiere esfuerzo). Y ese proceso que nos propone
Lorca queda muy lejos de las propuestas pedagógicas de moda acerca de la
creatividad.
Siempre me ha gustado más la
palabra “originalidad”, de la que no oigo hablar a los gurús pedagógicos.
Explica Antoni Gaudí: “La originalidad
consiste en el retorno al origen: así pues, original es aquello que vuelve a la
simplicidad de las primeras soluciones”. Y hoy podemos hablar de Gaudí como
un arquitecto muy creativo. Lo fue porque era original. Era original porque
conocía su oficio, pero también porque dedicó tiempo a contemplar la naturaleza,
en la que se inspiraba. Más puntos en común con Lorca. Seguro que en la
creación de las grandes obras de Bach, Mozart o Beethoven hubo mucha
imaginación y momentos de inspiración. Pero, sobre todo, pudieron crearlas
porque dominaban la técnica y eran capaces de estructurar las melodías
imaginadas. Es decir, sabían y trabajaban.
En resumen: antes de ser
creativos, Gaudí, Lorca o los grandes compositores dominaban sus parcelas de
conocimiento. Y, para crear sus obras, trabajaron duro. Sí, también había
imaginación desbordante (que procede de esa contemplación) e inspiración o
espontaneidad, pero no parece que fuesen las principales cualidades de su
creatividad. Ahora es cuando toca releer la “receta” de los pedagogos teóricos
sobre el aprendizaje de la creatividad (segundo párrafo) y comparar.
Como conclusión, propongo un tema
que trataré en otra entrada: creo que el colegio no se tiene que preocupar por
fomentar la creatividad, aunque sí por
preservar y potenciar la admiración natural de los niños. Y procurar durante la
escolarización que esa admiración se dirija a algunas de las áreas del saber
que son valiosas, empezando siempre y sobre todo por la lectura, sabiendo de
antemano que no todas las materias le gustarán al niño.
Creatividad y asombro: qué pareja. Bravo, Juan.
ResponderEliminarGracias, aunque de creatividad tú sabes un rato... ¿Por qué no escribes algún libro sobre el tema? Por dar ideas.
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