EDUCACIÓN Y SENSATEZ

La educación, al menos desde que el gran pedagogo Sócrates intentara alcanzar la sabiduría provocando partos entre sus discípulos y detractores, siempre se ha producido por la interacción entre los seres humanos, por el encuentro del sabio con el ignorante, del instruido con el inculto, del versado con el iletrado, o, en resumen, del maestro con el alumno.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

¿Qué es exactamente la educación?





Como dije en la primera entrada, vamos a intentar contestar a la pregunta. Antes de entrar en la definición del término “educación”, me gustaría aclarar otros dos términos:

1)    Instruir: transmitir a otro conocimiento, habilidades y destrezas, para que los acumule.    
 2) Enseñar: según la RAE, es el sistema o método de dar instrucción. 
 
Ahora ya podemos definir educación sin confundirnos. Según Maritain, educar es “ayudar al hombre a formarse a sí mismo como hombre”. Según Kant, “la educación es un arte cuya pretensión central es la búsqueda de la perfección humana”. O, en palabras de Santo Tomás, todas las artes y todas las ciencias se ordenan a una sola cosa, a saber, la perfección del hombre”. Me gusta también la definición de Erich Fromm: “La educación consiste en ayudar al niño a llevar a la realidad lo mejor de él”. Existen más definiciones, pero todas se orientan a lo mismo o tan sólo concretan algún aspecto: educar es ayudar a una persona a alcanzar la perfección como ser humano. O, reiterando, en palabras de Gregorio Luri: “Como seres humanos nuestro deber no es ser felices, es desarrollar nuestras capacidades más altas”. 
Lo propio de un colegio es la instrucción y la enseñanza, y toda ley de educación buscará (debería hacerlo) que los colegios tengan un sistema de enseñanza, es decir, una forma de instruir, que sea eficiente. ¿A quién le corresponde el acto de educar, es decir, el de procurar la perfección de la persona que se quiere educar?
Los padres de cualquier criatura son quienes deciden traerla al mundo. Por tanto, les corresponde a ellos educar al niño, pues deben inculcarle lo que ellos consideran bueno, bello y verdadero para que se desarrolle. Entonces, buscarán un colegio acorde con sus ideas. Por ese motivo soy partidario de que existan diferentes modelos educativos, pues existen diversas formas de entender al ser humano. Creo que la gran carencia educativa de nuestra época es que muchos niños no tienen referentes en casa (no entro a valorar razones, podéis leer el primer post del blog).
¿Educa el colegio? Su función es enseñar, el colegio no educa. Sin embargo, sí que educan las personas que tratan con el niño en el colegio. Es inevitable, pues para transmitir es necesario el trato humano. Y, del mismo modo, educan al niño todas las personas que, de algún modo, tengan trato con él o una responsabilidad sobre él, directa o indirecta. Y ahora es cuando viene a colación la cita de Aristóteles: “Sólo mediante la relación del individuo con otras personas se puede hacer un hombre: si esta relación es cualificada puede llegar a ser un buen hombre”. 
¿Cuál es la conclusión? Todos educamos, sin embargo, hay grados de responsabilidad. ¿Cuál es el secreto para hacerlo bien? Creo que la respuesta es tan sencilla como compleja: que todos los que pretendemos educar procuremos buscar la perfección de nuestra naturaleza. Si no, será imposible que la comuniquemos. No se trata de “dar ejemplo”, sino de ser coherente. No he podido resistirme a copiar esta cita completa, explica mejor el concepto:

“Educamos por impregnación. El órgano educativo de nuestro hijo es el ojo, no el oído. Y la impregnación es más eficaz cuando no sabemos que estamos educando, cuando nos comportamos espontáneamente, cuando mejor se exhiben nuestras convicciones morales. Si asumimos esto, debemos asumir también que no siempre damos a nuestros hijos ejemplos intachables. Para compensar la diferencia de altura entre nuestros buenos propósitos y nuestra conducta, sólo hay un medio: el amor. Una familia normal es un enorme chollo psicológico, capaz de sobrellevar sus neurosis cotidianas sin demasiadas estridencias”. (El mundo, entrevista a Gregorio Luri, 13/9/2015)

En resumen: lo importante para que la educación sea integral, es que procuremos ser personas en todos los sentidos. Eso sí, cumpliendo nuestra función. Soy profesor y, como tal, debo enseñar mi materia, esa es mi función. ¿Los métodos de enseñanza? Creo que son algo secundario, terciario, o sin importancia. Sólo transmitiré amor por la materia (contribuiré a la perfección de la persona que tengo delante) si amo mi materia y si quiero a esa persona que tengo frente a mí, sea quien sea. Porque si no le quiero, no le transmitiré nada, por mucha pasión que derroche o por muy innovador que sea el método que utilice. Y quererle no es darle un abrazo, ni decirle que es un ser fantástico, sino entregarse por medio de lo que enseñas. Creo que las palabras adecuadas para entender esto último son las de Daniel Pennac. Su libro Mal de escuela siempre ha sido una referencia:

Una sola certeza: la presencia de mis alumnos depende estrechamente de la mía, de mi presencia en la clase entera y en cada individuo en particular, de mi presencia también en mi materia, de mi presencia física, intelectual y mental, durante los cincuenta y cinco minutos que durará mi clase”.

2 comentarios:

  1. Personalmente me quedo con la siguiente definición: “La educación consiste en ayudar al niño a llevar a la realidad lo mejor de él”. He aquí a mi modo de ver el gran reto. Lamentablemente en la mayoría de ocasiones se nos olvida. A veces, sin ser plenamente conscientes de ello nos obcecamos en proyectar nuestros deseos y frustraciones a través de los hijos. Nos sentimos fracasados cuando tropiezan y nos vanagloriamos cuando cumplen nuestras expectativas.
    Pero cada hijo es una obra de arte única. En nuestra mano está modelarla, esculpirla. Aunque no es lo mismo modelar el barro que el acero. De nuestra pericia y paciencia y de las personas que están cerca de ellos, dependerá que esta obra sea original. Y no tengo duda de que no existe mejor obra de arte que aquella que se hace con amor.

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    1. Creo que ni siquiera es necesario que esa obra de arte sea original. Basta, como dices, que sea una obra de arte, ella misma, y que cada uno actúe con sus cinceles. El profesor (lee a Daniel Pennac):
      “Los males de gramática se curan con la gramática, las faltas de ortografía con la práctica de la ortografía, el miedo a leer con la lectura, el de no comprender con la inmersión en el texto y la costumbre de no reflexionar con el tranquilo refuerzo de una razón estrictamente limitada al objeto que nos ocupa, aquí, ahora, en esta aula, durante esta hora de clase, ya puestos a ellos”.

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