Cuando uno es profesor en el
siglo XXI, dedicar parte de tu tiempo al deporte formativo es como respirar
aire fresco. Porque uno puede apartarse de la “burbuja pedagógica” y entrar en
contacto con la realidad del mundo. O, hablando claro, con la verdadera
educación. Y es que la esencia del deporte es incompatible con esa pedagogía de
moda que hace tiempo se ha impuesto en los colegios. En el mundo del deporte
son imprescindibles ciertas palabras denostadas y malditas en la pedagogía
posmoderna. Por ejemplo, palabras como disciplina, rutina, esfuerzo,
repetición, competitividad,... Hoy dejaré a un lado la pedagogía
(aparentemente): hablemos de fútbol.
Por ejemplo, no pasa nada por
afirmar que muchas cosas se aprenden o se adquieren por repetición. Sin ir más
lejos, y le pese a quien le pese, cualquier hábito se adquiere por repetición:
¿alguien se atreve a negarlo? Pues he aquí una afirmación tajante: creo que los conceptos tácticos del fútbol se
aprenden por repetición. Como las escalas con la guitarra… Podría discutir
o matizar la afirmación, pero me resulta difícil negarlo. El tema está en que
si nos quedamos en la mera repetición, no llegaremos a ningún sitio. Porque la
repetición necesita un sentido, necesita ser interiorizada, ser hecha propia,
necesita sobre todo un fin al que dirigirse,… Pero que necesite todo eso, no significa que la repetición sea mala en
sí misma o deba desecharse por principio, ¿no? Y hay muchas más cosas que
se aprenden repitiendo y practicando, una y otra vez…
Estoy seguro de que cualquier
pedagogo "teórico" habrá dejado de leer en cuanto ha
leído la frase en negrita. Quizá haya necesitado “rasgarse las vestiduras” ante
tal anatema. Quizá habrá detenido la lectura sólo para recordarse a sí mismo que
“la repetición” limita la creatividad o los talentos del pobre niño que juega a
fútbol, ese niño que debe disfrutar del deporte, que sólo debería jugar para
ser feliz, porque al niño no se le debe imponer nada, tampoco ningún estilo ni
forma de jugar, que luego se traumatiza,... Y bla, bla, bla. Pero la repetición
es un medio. Uno más. Creo que en el fútbol es un medio necesario. Sigo
matizando en el siguiente párrafo...
Si un entrenador quiere que un
equipo funcione, necesita inculcar un cierto rigor táctico. Sí o sí: nuevamente el rigor táctico es un
medio, no un fin. De hecho, cada entrenador intenta hacer amenas las repeticiones tácticas (que
algunos llaman tal cual automatismos), tanto las básicas como las específicas
de cada sistema. Y por más complejos o elaborados que sean los ejercicios, sólo
cambia el contexto, no los movimientos, que se repiten una y otra vez... Y, a
medida que se asumen y se interiorizan esas repeticiones, el jugador dispone
cada vez de más recursos. Y cuantos más recursos posee el jugador, la toma de
decisiones del jugador tiende a mejorar sobre el campo. Y eso no lastra la
creatividad de nadie: porque el jugador creativo sólo puede salirse del guión
cuando hay un guión establecido. Es más: esos jugadores “geniales” o
“diferentes”, multiplican su creatividad cuando comprenden el orden táctico. Porque
sólo cuando lo comprenden y lo asumen pueden “saltárselo” conscientemente, en
los momentos adecuados, o hallar con más facilidad las deficiencias tácticas
del rival.
Aunque no pienso en ese tipo de
jugadores “geniales” cuando escribo sobre la “repetición”. Sino que pienso sobre
todo en todos aquellos jugadores con pocos recursos técnicos. No nos engañemos:
esos jugadores son la mayoría, porque por más que nos empeñemos, la mayoría ni
somos ni seremos genios, ni Einsteins, ni nada que se le parezca… Porque el
rigor táctico ayuda a los jugadores con menos talentos a mejorar sus cualidades
y prestaciones. Y así es como jugadores muy poco dotados técnicamente pueden
destacar en un equipo, porque saben qué tienen que hacer en cada momento, tanto
si tienen el balón como si no lo tienen: coberturas, permutas, basculaciones,
apoyos, ocupar espacios,... Y, cuantos más jugadores asumen los automatismos
tácticos, menor es la tendencia de un equipo a perder su sitio en el campo de
fútbol. Y menos errores se cometen. Y mejor juega un equipo. Y mayor capacidad
de rectificar posee el equipo cuando alguien “se sale del guión”. Y cuanto más
crece el equipo, más progresan los jugadores a nivel individual… Es increíble
todo lo que se logra a partir de la simple repetición, ¿no? Aunque recordemos:
la repetición no es un fin en sí mismo, pero es necesaria para lograr ese fin… Al
final, la constancia, virtud
necesaria para el aprendizaje, da sus frutos.
Y junto con la constancia, camina
el esfuerzo… Porque un
jugador que no se esfuerza, es un jugador que no aprende ni progresa. Y un
jugador que no progresa, acaba siendo un lastre para un equipo. Pero sobre todo
será un lastre para sí mismo... Y cuando un jugador no se esfuerza frente a
otros veinte que sí lo hacen, no es discriminatorio ni “antidemocrático” dejar
de convocarle o que juegue menos. Más bien es de justicia... ¿Hace falta que explique
o razone estas afirmaciones?
¿Qué decir de la disciplina? Por un lado está la
disciplina táctica, que ya he esbozado anteriormente. Pero por otro lado está
la “rutina” o las “rutinas”,
otra palabra muy necesaria en el deporte pero denostada en la pedagogía: porque
la disciplina resulta especialmente valiosa cuando las ganas nos abandonan o
decae la motivación, igual que en la vida misma. Y resulta que las rutinas
ayudan a que los jugadores se disciplinen... A nivel individual y a nivel
colectivo. Porque si un equipo no va “a una”, es decir, si no hay disciplina
colectiva, no hay equipo. Y si no hay equipo, no hay fútbol... Los
calentamientos, por ejemplo, son una rutina además de ser necesarios. Y no pasa
nada por repetir a menudo las mismas rutinas. Es más: creo que es bueno. Porque
esas rutinas, dejando de lado el aspecto físico o táctico, ofrecen dos cosas
necesarias para el jugador, sobre todo cuando está en la adolescencia:
seguridad y continuidad. Incluso se me ocurre una pregunta “puñetera”: ¿se
puede “romper la rutina” cuando no existe una rutina? En fin…
¡Ay, y la maldita competitividad! ¡Qué mala es la
competitividad! Pues no, no es mala. Es más: creo que es necesaria. Competir es
aspirar a lograr un objetivo. Competir es aspirar a reproducir en el campo todo
lo que se entrena, todo ello con el fin de lograr el objetivo que se ha marcado
el equipo. Competir es superarse y mejorar. Y quizá conviene recordar que la
finalidad de un juego es lograr un objetivo. En el fútbol ese objetivo consiste
en marcar goles en la portería contraria y procurar no encajarlos en la propia.
Así que ese objetivo se puede resumir en una palabra: lograr la victoria. Y si
no existe el acicate de la victoria, ¿qué sentido tiene el juego en sí mismo?
De hecho, se gane o se pierda, no se
disfruta del juego si no se compite. Es más: si se compite y se pierde,
normalmente el deportista acaba satisfecho con su esfuerzo. ¿Enfadado por la
derrota? A veces sí, otras no. Pero si el deportista ha competido, siempre
acabará satisfecho, que es algo diferente a las simples emociones de enfadarse
o alegrarse. Porque competir es un medio para mejorar. Y uno sólo sabe si
mejora o no cuando se enfrenta a un reto. Y el rival es el reto a superar...
¿Hay otra forma de saber si un equipo y sus jugadores mejoran? Además, el
resultado no deja de ser un indicador, uno más, de si los jugadores y el equipo
también mejoran o no. Y repito: competir no es “ganar caiga quien caiga”, sino
“aspirar a ganar”. El único problema de la competitividad es convertir la
victoria en un absoluto. Creo que no tiene más riesgos: porque la
competitividad en sí misma es sana y necesaria.
¿Jugar para “pasarlo bien”?
¡Claro! Pero pasarlo bien es una consecuencia de hacer las cosas bien… Quizá el
problema consiste en que hemos olvidado esa obviedad hace tiempo. Porque sólo se
hacen las cosas bien cuando se aprende. Y se aprende con esfuerzo, con
constancia, mediante rutinas y repeticiones, con disciplina y rigor,
compitiendo,… Todo con un sentido o una finalidad, pues esas cosas son medios.
Y es entonces cuando se mejora, cuando se crece, cuando se disfruta de ese
conocimiento adquirido, cuando uno está en disposición de adquirir más
conocimientos,... Y también cuando se logran resultados.
No diré nada sobre la escuela: pero
así es en el fútbol.