EDUCACIÓN Y SENSATEZ

La educación, al menos desde que el gran pedagogo Sócrates intentara alcanzar la sabiduría provocando partos entre sus discípulos y detractores, siempre se ha producido por la interacción entre los seres humanos, por el encuentro del sabio con el ignorante, del instruido con el inculto, del versado con el iletrado, o, en resumen, del maestro con el alumno.

lunes, 18 de septiembre de 2017

¿Todos somos especiales?




Puede que esté equivocado, pero considero una verdad que cada ser humano es único e irrepetible, que cada ser humano es un ser personal, y que cada ser humano es un “yo” que intenta comprenderse a sí mismo mientras interactúa con diversos “tús”… Sin embargo, de ahí a afirmar que todos los seres humanos somos especiales, que todos tenemos un “genio genial” que aguarda a ser despertado o, en pocas palabras, que “todos podemos ser Einstein”, creo que hay un gran trecho. Porque, en el caso de aceptar estas últimas afirmaciones como verdaderas, uno se ve obligado a añadir tantos matices para no crear confusión, que quizá compensa no decir nada...  
 
Veamos: cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles. Tenemos una historia propia. Y también unas cualidades personales o unos talentos diversos diferentes a los demás. Cada uno los suyos. Pero, hablando con propiedad, creo que eso no nos convierte en genios ni nos hace especiales, tan sólo nos hace diferentes: es un elemento más que nos hace únicos. Para que nos entendamos: la combinación de mi pelo, ojos, nariz, orejas y boca no me hace especial. Más bien, mi cara me hace diferente. Quizá me hace especial para mi madre, para mi chica, para los buenos amigos o para mi abuela…, creo que para nadie más. Así que no somos especiales, ni por definición ni por más que nos empeñemos. Tan sólo somos diferentes los unos de los otros: seres personales, que no es poco. 

Sería maravilloso que cada persona desarrollase sus talentos particulares. Sería igualmente maravilloso que cada persona pudiera ser excelente en alguna faceta partiendo de esos talentos “innatos” que posee. Lo acepto como verdadero, al igual que acepto que todo ser humano puede llegar a ser brillante en alguna disciplina si se lo propone. Pero eso no significa que “todos podamos ser Einstein”. He aquí mis objeciones a partir de un ejemplo:

1) Los talentos innatos requieren esfuerzo y conocimiento para desarrollarse: por más talento que haya y por más innato que sea, si no hay esfuerzo no hay desarrollo. Y si no hay conocimiento de esa materia, tampoco hay progreso. Son cosas que ningún “gurú” predica, seguramente porque el “esfuerzo” o el “conocimiento” no venden tanto como la “emoción positiva” o la promesa mesiánica de que todos somos especiales… Tuve a un alumno con gran facilidad para el dibujo. En las clases de 4º de ESO se pasaba el día dibujando. Lo hacía realmente bien. Un día le regalaron al adolescente un libro sobre técnicas de dibujo. La conclusión de aquel alumno tras “devorar” el libro fue que él no sabía dibujar… Básicamente, se dio cuenta de que existía una técnica y él no la dominaba, tan sólo la intuía: hasta entonces, dibujaba “como le salía”. Y a medida que empezaba a usar esas técnicas, descubrió que le costaba un cierto esfuerzo ceñirse a las reglas del dibujo. Pero, a su vez, le resultaba más sencillo lograr lo que quería dibujar. Porque la inspiración, el talento y la creatividad, por sí solos, no bastan, por muy maravillosos que sean; creo que afirmar lo contrario es engañar al personal

2) Cada vez que veía al chaval dibujando en clase le prohibía dibujar. Si el chico insistía en dibujar, le quitaba sus dibujos. Los principales gurús de la educación me dirían: “¡pero deja que disfrute con lo que le hace feliz!”, o “¡que desarrolle sus talentos sin imposiciones!” Es la cantinela pedagógica de moda. Sin embargo, cuando tocaba castellano, matemáticas, biología o inglés, no tocaba dibujo. ¡Ay!, ese currículum decimonónico que nos esclaviza… Sin embargo, había más alumnos en el aula… “Fulanito” parecía feliz haciéndose burillas en clase. No se lo permitía. A “Menganito” le encantaba soltar collejas a los compañeros… Tampoco se lo permitía. “Fulanito” y “Menganito” no parecían dotados para mucho más que para aquellas actividades. Llevaban años superando cursos a costa del sistema… Pero eran alumnos tan reales, tan de carne y hueso, como el genio del dibujo. Se trataba de ese tipo de alumnos de los que no hablan los gurús, alumnos de los que todos se olvidan cuando predican ese “cambio de paradigma”... No sé, quizá al no permitirles aquellas cosas estaba coartando sus “habilidades innatas”. O quizá no supe descubrir qué otras capacidades ocultas tenían. Quizá tendría que haber intentado empatizar más con ellos: seguro que ninguno de sus profesores anteriores lo había intentado desde párvulos… Quizá soy culpable de “matar su creatividad”, porque es probable que “Fulanito” pudiera estar dotado para crear esculturas de cera, o “Menganito” para ser el nuevo “Mohamed Alí”… Y yo no supe verlo… Pero es que a “Zutanito” le chiflaba el fútbol y era un crack del deporte rey: diríamos que dominaba en él la “inteligencia cinética” según los principios de la famosa teoría pseudo-científica. Pero tampoco le permitía jugar al balón en clase, coartando posiblemente su desarrollo hacia una inclinación natural, eliminando cruelmente la progresión de su talento innato: quizá soy culpable de haber lastrado las posibilidades de un nuevo Messi… La verdad es que no era mi intención “meter en un molde” a cada chico, ni mucho menos a ese que poseía un talento innato para el dibujo. Tampoco creo que “no permitirles desarrollar sus talentos” en clase a costa de las materias académicas fuera “meterlos en un molde”. Sencillamente consideraba como algo importante y valioso para cada adolescente el conocimiento de cada materia y el esfuerzo por aprenderla. Creo que es algo valioso en sí mismo más allá de los talentos individuales y personalísimos de cada alumno. Al asimilar cada materia, cada alumno la haría suya, reafirmando su propia personalidad, su yo personal, al contrastar esos nuevos conocimientos con sus exiguos conocimientos previos, con su mundo, con el mundo, ampliando horizontes, descubriendo nuevos mediterráneos... Y si a un alumno le atraía especialmente alguna de esas materias y ponía de su parte, a lo mejor “Fulanito” descubría una pasión oculta por la química, se inclinaba hacia la ingeniería de minas, y dejaba las burillas… O quizá “Menganito” se interesaba por la física, encandilado al descubrir que sus brazos generaban energía cinética mientras describían parábolas perfectas para soltar collejas. Y a lo mejor hasta dejaba las collejas… Quizá “Zutanito” hubiera descubierto en la poesía el mismo arte que le sugería el balón de fútbol. Quizá no era el nuevo Messi, sino un nuevo Machado, quizá nunca lo hubiera sabido si se limitaba a desarrollar sus talentos más evidentes… No sé, podría haber ocurrido. Quizá, si confiáramos un poco más en el conocimiento y en la cultura descubriéramos que también pueden despertar pasiones en aquellos alumnos que parecen no tener ningún talento… Al genio del dibujo, en concreto, le pedía que ilustrara las redacciones. Pero no le eximía de escribirlas ni le pedía que las hiciera en formato cómic… No sé, quizá las redacciones también estén obsoletas como actividad académica… En todo caso, llegó su momento y se puso a estudiar bachillerato artístico. Allí pudo dar rienda suelta a “su cualidad innata”. Pero juraría que también tenía algunas asignaturas comunes y obligatorias... 

3) Y es que, si valoras la cultura, el conocimiento y el esfuerzo personal, tener un talento que te hace “especial” no implica ningunear esa cultura o ese conocimiento a favor de ese “talento-personal-de-cada-uno”. Ni siquiera implica ningunear al alumno que tiene ese talento especial, aunque sir Ken sugiera lo contrario. Del mismo modo, o en otras palabras: desarrollar los talentos propios no implica abandonar el resto de tareas o conocimientos, pues son valiosos en sí mismos, pueden abrir horizontes o incluso lograr un mayor desarrollo de esos “talentos innatos” que cada uno posee. Ya expliqué en una entrada anterior que en épocas pretéritas muchos desarrollábamos nuestras aficiones (esos talentos personalísimos…) en nuestro tiempo libre, no en la escuela… Lo diré de nuevo: quizá lo que falla no es la escuela… O quizá sí, y por eso andamos todos traumatizados, grises e infelices por no haber hecho en el colegio lo que nos apasionaba, por culpa de una educación reglada, estandarizada y obsoleta, basada en la configuración de las industrias del siglo XIX,… En fin.

4) Porque, ya para acabar, es imposible que todos podamos ser Einstein por un simple motivo: Einstein sólo hay uno…, al menos si nos limitamos a la lógica y eliminamos la metáfora. En la época de Einstein había muchos físicos eminentes, pero me atrevo a decir sin temor a equivocarme que tan sólo había un Einstein. Al menos fue sólo uno quien formuló la teoría de la relatividad. Asimismo, muchos debieron ser los físicos eminentes que ha dado la ciencia desde Copérnico y Galileo, pasando especialmente por Newton, hasta llegar a Einstein, Plank o Heisenberg. Sin duda, hallaremos muchos nombres importantes o ilustres, mentes privilegiadas. Pero genios, lo que nos venden como “genios” en los libros de “autoayuda educativa” (en pocas palabras, “Einsteins”), parece que no hay muchos. Es curioso: todos esos hombres importantes, así como los genios reconocidos, parecen tener en común un vasto conocimiento de sus materias y muchas horas de estudio y dedicación... Me atrevería a decir que la gran mayoría estudiaron en un sistema de esos que matan la creatividad… En todo caso: todos tenemos unos talentos diversos, pero no todos somos o seremos genios. Podemos ser excelentes en aquellas cosas para las que estamos más dotados, siempre y cuando pongamos el esfuerzo necesario en desarrollarlo y nos esforcemos por adquirir los conocimientos pertinentes, porque el conocimiento no se recibe por “ciencia infusa”. Sin embargo, no seremos genios por más talento innato, inspiración, o “cualidades especiales” que poseamos... Lo siento, alguien tenía que decirlo. Porque si todos fuéramos genios, aunque sólo fuese potencialmente, la palabra “genio” perdería su sentido. O, en otras palabras, si todos fuéramos especiales, ¿qué tendría de especial ser especial?

El chico que he puesto como ejemplo no pasó la prueba para estudiar Bellas Artes. Me supo mal: a mi entender, era un chico increíblemente dotado para el dibujo. Pero fue rechazado. En vez de hundirse y empecinarse en ser un nuevo “Picasso” (“Picasso”=“Einstein” en versión “artista”), decidió estudiar otra carrera, pues en el bachillerato artístico no se había limitado a dibujar y descubrió que había más materias que le llamaban la atención y despertaban su interés. Pero sigue disfrutando y haciendo disfrutar a otros de su talento innato en su tiempo libre... Y no dudo que algún día “su talento” le dará de comer. Porque, aunque fuera una verdad demostrable que “todos podemos ser Einstein”, parece que nuestro protagonista tuvo la osadía de optar por ser él mismo. Qué lástima de talento malgastado… Porque, seamos sinceros, ¿no sería maravilloso que todos fuéramos Einstein? 


1 comentario:

  1. El heroísmo o el genio consiste en usar tus talentos de modo heroico o genial, aún sin brillo. No todos podemos ser Einstein, pero todos podemos ser urracas y buscar lo que reluce, aunque valga bien poco. Es otro camino a la mediocridad.

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